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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Tengo que hablarte -le dijo Carlos, esforzándose en sacar <strong>de</strong>l pecho la voz-. Yo me<br />

muero y no quiero morirme sin confesar que te <strong>de</strong>bo inmensos beneficios, que te has<br />

conducido cristianamente conmigo. Si viviera más, ¿podría llegar a quererte? [411]<br />

-Si vives (y no <strong>de</strong>bemos per<strong>de</strong>r la esperanza <strong>de</strong> ello), nos separaremos, y no tendrás<br />

tú el enojo <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cerme ni yo la necesidad <strong>de</strong> servirte.<br />

-Pues bien, por más que se empeñen en unirnos la Naturaleza y el mundo, tienes<br />

unas cosas... Dame agua...<br />

Salvador le dio agua. El beber reanimó un tanto al enfermo, que pudo <strong>de</strong>cir esto:<br />

-¡Qué habría sido <strong>de</strong> mí sin tu ayuda, sin tu generosidad en estos meses <strong>de</strong> locura y<br />

abandono!... Mucho te <strong>de</strong>bo, mucho. Se me viene a la boca la palabra hermano, las<br />

palabras hermano querido, y sin embargo... Dame más agua.<br />

-No te sofoques. Tiempo tendrás <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme lo que quieras... No necesitas darme<br />

satisfacción <strong>de</strong> nada. Lo que he hecho contigo, por <strong>de</strong>ber lo hice, no por jactancia, por<br />

impulso <strong>de</strong> mi conciencia, no por humillarte con beneficios que contrastaran con tus<br />

cruelda<strong>de</strong>s. Si vives, no quiero <strong>de</strong> ti más que olvido, olvido <strong>de</strong> todo.<br />

-Sé que <strong>de</strong>bo perdón a todos los que me han ofendido; pero hay ofensas que no se<br />

pue<strong>de</strong>n perdonar. No está en nuestro po<strong>de</strong>r perdonar, por más que lo digan Zorraquín y<br />

todos los clérigos juntos... Yo me muero -añadió haciendo un esfuerzo para <strong>de</strong>tener la<br />

palabra que se iba, abriendo paso a la vida que se iba también-, yo me acabo. Tú vivirás,<br />

volverás a Madrid, verás a la que fue tormento y bochorno <strong>de</strong> mi vida. Dile... dile que<br />

no la perdono, que no la puedo perdonar.<br />

Salvador le dio la mano. Navarro, tomándola, la apretó en la suya fuertemente. Le<br />

miró con espanto. En aquel momento postrero parecía que se reproducían en su alma<br />

todas las amarguras <strong>de</strong> su vida y que espantosas imágenes le turbaban la vista. Con voz<br />

que parecía un suspiro, pronunció estas palabras, aflojando los músculos <strong>de</strong> la mano con<br />

que estrechaba la <strong>de</strong> su hermano:<br />

-¡Ni a ti tampoco!<br />

Y <strong>de</strong>jando caer la cabeza sobre el pecho, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> existir.<br />

¡Extraña cosa! Cuando llegó el momento <strong>de</strong> dar sepultura al valiente soldado,<br />

víctima <strong>de</strong> una dolencia nacida <strong>de</strong> sus propias melancolías y <strong>de</strong> su irritable carácter, no<br />

se encontraron hombres que cargaran aquel <strong>de</strong>sfigurado y un tiempo hermoso cuerpo.<br />

Todos los hombres <strong>de</strong> Elizondo estaban en la facción. Las mujeres prestáronse gustosas<br />

a conducir el cadáver; pero como el cementerio estaba muy cerca <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l cura,<br />

Salvador tomó en sus brazos el cuerpo frío, y acompañado <strong>de</strong>l cura y sacristán,<br />

precedido <strong>de</strong> una turba <strong>de</strong> chiquillos y seguido <strong>de</strong> dos [412] docenas <strong>de</strong> mujeres<br />

curiosas, le <strong>de</strong>positó junto al hoyo. Con ayuda <strong>de</strong> femeninas manos fue bajado a lo<br />

profundo y se le echó mucha tierra [413] encima. El día estaba húmedo, la tierra blanda,<br />

el cielo triste y lacrimoso.

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