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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Pero ¿qué va a hacer ese hombre en Madrid? -dije sintiendo una tempestad en mi<br />

cerebro-. Si allí no hay ya Gobierno ni nada.<br />

-Pero está en Madrid el gran Consejo <strong>de</strong> la franc-masonería. Mina es <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

la Acacia, señora. Ahora se trata <strong>de</strong> que la Viuda haga un esfuerzo supremo.<br />

En mi espíritu notaba yo aquella po<strong>de</strong>rosa fuerza <strong>de</strong> dilatación <strong>de</strong> que antes he<br />

hablado. Unas cuantas palabras habían trastornado todo mi ser; mi pulso latía con<br />

violencia; asaltáronme i<strong>de</strong>as mil, y el ardoroso afán <strong>de</strong> movimiento que ha sido siempre<br />

una <strong>de</strong> las fórmulas más patentes <strong>de</strong> mi carácter se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mí. Sin necesidad <strong>de</strong> que<br />

yo le <strong>de</strong>spidiese, <strong>de</strong>jome Pipaón, que iba en busca <strong>de</strong> Eguía para solicitar un puesto en<br />

la Junta, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasada mi turbación, pu<strong>de</strong> son<strong>de</strong>ar aquel revuelto piélago <strong>de</strong> mi<br />

espíritu y mirar con serenidad lo que en el fondo <strong>de</strong> él había.<br />

¡Cuán gran<strong>de</strong> había sido mi engaño al creer moribunda la afición aquella que tantas<br />

dulzuras dio a mi alma en el verano <strong>de</strong>l 22! La ausencia habíala escondido entre las<br />

cenizas que diariamente <strong>de</strong>positan los sucesos <strong>de</strong> cada instante, esa multitud <strong>de</strong> ascuas<br />

<strong>de</strong> la vida que van pasando sin interrupción y apagándose [119] hora tras hora. Pero<br />

aquella ascua <strong>de</strong>l verano <strong>de</strong>l 22 era <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> y quemadora para pasar y<br />

extinguirse como las <strong>de</strong>más.<br />

Bastó que oyera pronunciar su nombre, que me le anunciaran vivo para que se<br />

verificase en mí un brusco retroceso a los días <strong>de</strong> mi felicidad y <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>sgracia. El<br />

tiempo volvió atrás; las figuras veladas perdieron la sombra que las encubría; las<br />

apagadas palabras que sólo eran ya ecos confusos, volvieron a sonar como cuando eran<br />

la música a cuyo compás danzaba con la embriaguez <strong>de</strong> la pasión mi alma. ¡Cuánto me<br />

había engañado y qué juicios tan erróneos hacemos <strong>de</strong> nuestros propios sentimientos y<br />

<strong>de</strong> todo aquello que está lejos! Nos pasa lo mismo que al ver las lontananzas <strong>de</strong> la tierra,<br />

cuando confundimos con las vanas y pasajeras nubes los montes sólidos e inmutables<br />

que ninguna fuerza humana pue<strong>de</strong> arrancar <strong>de</strong> sus seculares asientos.<br />

Fue aquello como una vuelta, como un ángulo brusco en el camino <strong>de</strong> la vida. Des<strong>de</strong><br />

entonces vi nuevos horizontes, paisaje nuevo, y otra gente y otros caminos. ¡Y yo había<br />

creído po<strong>de</strong>r olvidarle y aun poner en su altar vacío al con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Montguyon! ¡Qué<br />

<strong>de</strong>lirio!... ¡Lo que pue<strong>de</strong>n la ausencia, la distancia, la ignorancia! El tiempo que me<br />

había consolado, hiriome [1<strong>20</strong>] <strong>de</strong> nuevo, y un día, un instante marcado en mi vida por<br />

cuatro palabras como cuatro estrellas resplan<strong>de</strong>cientes, había <strong>de</strong>struido la obra lenta <strong>de</strong><br />

tantos meses.<br />

Con la presteza que Dios me ha dado formé mi plan <strong>de</strong> viaje. Tengo algo <strong>de</strong>l genio<br />

<strong>de</strong> Napoleón para esto <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s movimientos. Para mí la facultad <strong>de</strong> trasportar<br />

todo el interés <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> un punto a otro <strong>de</strong>l mundo es otra prenda muy principal <strong>de</strong><br />

mi carácter, y al mismo tiempo una necesidad a la que muy difícilmente puedo resistir.<br />

El <strong>de</strong>stino me ha presentado siempre los sucesos a propósito para tales juegos <strong>de</strong><br />

estrategia sublime.<br />

Aquella misma tar<strong>de</strong> dispuse todo, y por la noche sorprendí a mi D. Quijote con la<br />

noticia <strong>de</strong> mi viaje. Aficionada a jugar con los corazones que caen en mis manos (a<br />

excepción <strong>de</strong> uno solo), como juega el gatito con el ovillo que rueda por el suelo, dije al<br />

con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Montguyon:

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