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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Por la noche se retiró a su casa lleno <strong>de</strong> congoja, por no po<strong>de</strong>r ya aliviar con palabras<br />

y ficciones la <strong>de</strong> su infeliz amiga. Esta acostó a Juanito Jacobo, que no había querido<br />

separarse <strong>de</strong> ella y dormía junto a su cuarto; mandó a los criados que se acostaran<br />

también, y sola en su alcoba estuvo rezando hasta muy avanzada la noche. Durmiose al<br />

fin en su lecho, y en sueños creyó sentir <strong>de</strong>susado estrépito en la calle y en la casa. Era<br />

una pesadilla. Parecíale que la casa se hundía, o que un ejército entraba en ella o que un<br />

gigante la hacía pedazos con su pesado pie. Despertose sobresaltada. El corazón le<br />

palpitaba tanto que por la mucha viveza estuvo a punto <strong>de</strong> producirse la inercia cardíaca<br />

y por consiguiente el síncope. Pero al reconocerse bien <strong>de</strong>spierta y al observar que<br />

continuaba el ruido, se incorporó en el lecho, puso atención... Se oían pasos en la casa...<br />

tocaron suavemente a la puerta <strong>de</strong> su alcoba... sonó una voz...<br />

Sola saltó instintivamente (25) <strong>de</strong> su lecho. Empezó a vestirse a toda prisa... No<br />

acertaba a vestirse...<br />

-Soy yo...<br />

-Espera... un momento... Espera que me vista...<br />

Y a medio vestir corrió a la puerta y abrió a su esposo. [454]<br />

-Pero no te veo... -le dijo <strong>de</strong>jándose abrazar.<br />

El criado se acercó con luz, a punto que él soltaba capa y sombrero.<br />

Cuando D. Benigno llegó a la mañana siguiente, se quedó pasmado, y absorto en la<br />

mitad <strong>de</strong>l pasillo al saber que el marido <strong>de</strong> la señora estaba sano y salvo en Madrid y en<br />

su casa. El héroe dio un gran suspiro. Mirando <strong>de</strong>spués al cielo, lanzó un piadoso<br />

apóstrofe y dijo así:<br />

-¡Barástolis! Por Dios trino y uno, por la Virgen <strong>de</strong>l Sagrario, por Rousseau, por mi<br />

vida honrada y por mi conciencia <strong>de</strong> cristiano juro y rejuro que me alegro con toda el<br />

alma.<br />

Cuando Salvador salió <strong>de</strong> su alcoba, abrazáronse estrechamente ambos señores y<br />

juraron ser amigos fieles en lo que les quedara <strong>de</strong> vida. Muchos conocidos visitaron al<br />

recién llegado, y aquel mismo día tuvo éste ocasión <strong>de</strong> hacer una obra <strong>de</strong> caridad, mejor<br />

dicho, <strong>de</strong> aprobarla y sancionarla, pues ya estaba hecha condicionalmente por su esposa.<br />

Sola había cedido gratuitamente la bohardilla <strong>de</strong> la casa a las señoras <strong>de</strong> Porreño, en<br />

quienes la rancia nobleza no fue parte a poner un dique a la invasora miseria. Muerto<br />

Fernando VII, faltoles la mo<strong>de</strong>sta pensión qué este les daba. Su dignidad no les permitía<br />

implorar la caridad pública. Su arreglo, las distintas aptitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Doña María <strong>de</strong> la Paz<br />

les permitían aspirar a sostenerse, aunque mal, <strong>de</strong> su honrado trabajo. Sola les ayudó en<br />

trances tan aflictivos, dándoles la casa y encargándoles no se sabe cuanta obra <strong>de</strong> ropa<br />

blanca. La gratitud <strong>de</strong> las dos dignísimas cuanto infelices damas era extraordinaria.<br />

Doña Salomé bajó <strong>de</strong> punta en blanco a dar las gracias al generoso dueño <strong>de</strong> la casa.<br />

Presentose envuelta en ajadísimos tafetanes, adornada <strong>de</strong> podridas pieles y plumas

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