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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Aquella tar<strong>de</strong> torné a pasar por allí, y entablé conversación con Sarmiento; pero me<br />

fue imposible averiguar por él si Solita insistía en partir.<br />

Yo tenía gran <strong>de</strong>sasosiego hasta no saberlo <strong>de</strong> cierto, y para salir <strong>de</strong> mi<br />

incertidumbre quise averiguarlo por mí misma. Soy así: lo que puedo hacer no lo confío<br />

a los <strong>de</strong>más. Me fatigan las dilaciones y la torpeza <strong>de</strong> los que sirven por dinero, y<br />

carezco <strong>de</strong> paciencia para aguardar a que me vengan a <strong>de</strong>cir lo que yo puedo ver por mis<br />

propios ojos. Al llegar la noche y la hora en que solían partir los coches, sillas <strong>de</strong> postas<br />

y galeras, mi criada y yo nos vestimos manolescamente, con pañolón y basquiña, [149]<br />

y nos encaminamos al parador <strong>de</strong>l Fúcar, <strong>de</strong> don<strong>de</strong>, según mis noticias, salía el ordinario<br />

<strong>de</strong> Valencia.<br />

No tuve que esperar mucho para satisfacer mi curiosidad. Allí estaba. Solita partía<br />

irremisiblemente. Ya no me quedaba duda. La vi <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l coche que salía, y no pu<strong>de</strong><br />

sofocar en mí un sentimiento <strong>de</strong> profundísima lástima, forma indirecta que tomaba<br />

entonces mi conciencia para presentarme ante los ojos la imagen <strong>de</strong> mi crimen. Pero el<br />

coche partió; ella se fue con su engaño y yo me quedé con mi lástima.<br />

No se había extinguido el rumor <strong>de</strong> las ruedas <strong>de</strong>l carro <strong>de</strong> Valencia, cuando sonó<br />

más vivo estrépito <strong>de</strong> ruedas y caballerías. Un gran coche <strong>de</strong> colleras entró en el<br />

parador. Mi criada y yo nos <strong>de</strong>tuvimos por curiosidad.<br />

-Es el coche <strong>de</strong> Alcalá -dijeron a nuestro lado-. Esta noche viene lleno <strong>de</strong> gente.<br />

Por una <strong>de</strong> las portezuelas vi la cara <strong>de</strong> un hombre. El corazón parecía hacérseme<br />

pedazos. Me volví loca <strong>de</strong> alegría. No pu<strong>de</strong> contenerme. Era él. Mis exclamaciones<br />

cariñosas le obligaron a bajar <strong>de</strong>l coche, y entonces me arrojé llorando [150] en sus<br />

brazos.<br />

- XIX -<br />

Al día siguiente le aguardaba en mi casa y no fue hasta muy tar<strong>de</strong>, cuando ya<br />

anochecía. Estaba muy fatigado, triste y abatido. Lo primero <strong>de</strong> que me habló fue <strong>de</strong>l<br />

vacío que había <strong>de</strong>jado en su casa la muerte <strong>de</strong> su madre, <strong>de</strong> la partida <strong>de</strong> su hermana, a<br />

quien creía encontrar en Madrid, y <strong>de</strong>l brevísimo espacio que un perverso <strong>de</strong>stino había<br />

puesto entre la marcha <strong>de</strong> ella y la llegada <strong>de</strong> él.<br />

-Castigo <strong>de</strong> Dios es esto -dijo-, por mi <strong>de</strong>scuido en escribirle y mi <strong>de</strong>snaturalizado<br />

proce<strong>de</strong>r.<br />

Después pasó <strong>de</strong> la tristeza a la furia. Yo procuraba arrancarle tan lúgubres i<strong>de</strong>as,<br />

recordándole nuestro placentero viaje <strong>de</strong>l verano anterior y la catástrofe <strong>de</strong> su<br />

cautiverio; hacíale mil preguntas sobre sus pa<strong>de</strong>cimientos, emancipación, campaña <strong>de</strong><br />

Cataluña y toma <strong>de</strong> la Seo; pero sólo me contestaba con monosílabos y secamente.<br />

Escaso interés mostraba por las cosas pasadas, y aun yo misma, que era un presente<br />

digno a mi parecer <strong>de</strong> alguna estima, apenas podía obtener <strong>de</strong> él atención insegura [151]<br />

y casi forzada. Su pensamiento estaba fijo en la fugitiva hermana, y mis sutiles<br />

zalamerías no podían apartarle <strong>de</strong> allí. No cesaba <strong>de</strong> discurrir sobre los móviles <strong>de</strong> aquel<br />

viaje, y yo, sintiendo revivir y agitarse en mí lo que siempre tuve <strong>de</strong> serpiente, estuve a<br />

punto <strong>de</strong> indicarle que Soledad habría partido arrastrada por algún hombre; pero en el

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