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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-El que enviaba las cartas -añadió don Francisco dando un paso hacia Sarmiento-,<br />

¿no hablaba <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Almería y Tarifa ni <strong>de</strong> la revolución que estaban preparando?<br />

-Nosotros - repuso Sarmiento con <strong>de</strong>sdén-, no nos ocupamos <strong>de</strong> frívolos <strong>de</strong>talles.<br />

¡Almería, Tarifa! ¿qué vale eso ni qué significa? Hechos aislados que ni precipitan ni<br />

<strong>de</strong>tienen el hecho principal, que es la victoria <strong>de</strong> la libertad. Si al fin tiene que ser, si ha<br />

<strong>de</strong> venir tan <strong>de</strong> seguro como saldrá el sol mañana... Que se frustre una intentona, que<br />

salga mal un <strong>de</strong>sembarco, que fusiléis a trescientos o a mil o a un millón <strong>de</strong> patriotas...<br />

nada importa, señores. Lo que ha <strong>de</strong> venir, vendrá. Si pretendéis atajarlo con patíbulos,<br />

vendrá más pronto. Los patíbulos son árboles fecundos, que con el riego <strong>de</strong> la sangre<br />

dan frutos preciosísimos. Echad sangre, más sangre; eso es lo que hace falta. Las venas<br />

<strong>de</strong> los patriotas [222] son el filón <strong>de</strong> don<strong>de</strong> mana la nueva vida.<br />

«No me habléis <strong>de</strong> conspiraciones parciales; yo no entiendo <strong>de</strong> eso. El que escribió<br />

las cartas, lo mismo que mi hija, lo mismo que yo, cooperamos con nuestra voluntad y<br />

nuestros <strong>de</strong>seos más íntimos y más ardientes en ese gran complot moral cuyas<br />

ramificaciones se extien<strong>de</strong>n por todo el mundo. ¡Ah! señores, no conocéis la gran<br />

conspiración <strong>de</strong>l tiempo. A ella pertenezco, a ella pertenecen todas vuestras víctimas...<br />

Ea, <strong>de</strong>spachemos pronto. Basta <strong>de</strong> fórmulas y <strong>de</strong> procedimientos necios. El patíbulo, el<br />

patíbulo, señores, esa es nuestra jurispru<strong>de</strong>ncia. De él hemos <strong>de</strong> salir triunfantes,<br />

trocados <strong>de</strong> humanos miserables en inmaculados espíritus. Lo mismo nos da que nos<br />

ahorquéis <strong>de</strong> esta o <strong>de</strong> la otra manera, más o menos noblemente. ¿A los mártires <strong>de</strong>l<br />

circo romano les importaba que el tigre que se los comía tuviera la oreja negra o<br />

amarilla? No, porque no atendían más que a la sublime i<strong>de</strong>a; lo mismo nosotros no<br />

aten<strong>de</strong>mos más que a esta i<strong>de</strong>a que nos lleva en pos <strong>de</strong>l suplicio, la cual es como un<br />

fuego sacrosanto que nos embelesa y nos purifica. No tenemos ya sentidos, no sabemos<br />

lo que es dolor... ¡La carne!... ¡ah! no nos merece más interés que el <strong>de</strong>spreciable polvo<br />

<strong>de</strong> nuestros zapatos. A<strong>de</strong>lante, pues. Cumpla cada uno con [223] su <strong>de</strong>ber: el vuestro es<br />

matar, el nuestro sucumbir carnalmente, para vivir <strong>de</strong>spués la excelsa, la inacabable y<br />

<strong>de</strong>liciosa vida <strong>de</strong>l espíritu... Vamos allá; ¿en dón<strong>de</strong>, en dón<strong>de</strong> está esa bendita horca?».<br />

Había tanta naturalidad en las entusiastas expresiones <strong>de</strong>l exaltado viejo patriota y al<br />

mismo tiempo un tono <strong>de</strong> dignidad tan majestuoso, que los empleados <strong>de</strong> la Comisión,<br />

así militares como civiles, no podían resistir al <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> oírle. Aunque el sentimiento<br />

que a la mayoría dominaba era <strong>de</strong> burla con cierta ten<strong>de</strong>ncia a la compasión, no faltaba<br />

quien oyese al estrafalario viejo con un interés distinto <strong>de</strong>l que comúnmente inspiran las<br />

palabras <strong>de</strong> los tontos. El mismo Chaperón se mostraba complacido, sin duda porque le<br />

divertía su víctima, haciéndolo mucho más barato que el célebre gracioso Guzmán que<br />

empezaba su carrera en el teatro <strong>de</strong>l Príncipe. Pero como la dignidad <strong>de</strong>l tribunal no<br />

permitía tales comedias, Don Francisco mandó al reo que diese por terminada la<br />

representación.<br />

Los empleados <strong>de</strong> policía que se quedaron registrando la casa <strong>de</strong> Sola, aparecieron.<br />

Según parecía, habían encontrado alguna cosa <strong>de</strong> gran valor jurídico; habían hecho<br />

provisión <strong>de</strong> pedacitos <strong>de</strong> papel, fragmentos <strong>de</strong> cartas, sin [224] olvidar un polvoriento<br />

retrato <strong>de</strong> Riego, hallado entre los bártulos <strong>de</strong> D. Patricio, dos o tres documentos<br />

masónicos o comuneros y una carta dirigida al maestro <strong>de</strong> escuela. Examinolo todo<br />

ávidamente Chaperón y lo entregó <strong>de</strong>spués a Lobo para que constase en el proceso. En<br />

tanto D. Patricio se había acercado a su compañera <strong>de</strong> infortunio y en voz baja le <strong>de</strong>cía:

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