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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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cuando manifesté al marqués las poco lisonjeras disposiciones <strong>de</strong>l triste Chactas, el<br />

atroz Regente, <strong>de</strong>sairado, llamó a Chateaubriand intrigante, enredador, mal poeta y<br />

franchute. Esta fue la venganza <strong>de</strong>l coloso.<br />

Bayona era un campamento cuando yo [99] llegué. El número <strong>de</strong> españoles casi<br />

superaba al <strong>de</strong> franceses, y en todos reinaba gran<strong>de</strong> alegría. Reanudé entonces mis<br />

buenas relaciones con el barón <strong>de</strong> Eroles, haciéndole ver que mi viaje a París había<br />

tenido por causa asuntos particulares, y entre risas y bromas me reconcilié con Eguía, el<br />

cual, por razón <strong>de</strong>l mismo gozo y embobamiento <strong>de</strong>l triunfo, estaba muy dispuesto a<br />

perdonar. En cuanto a las negociaciones, yo no tenía humor <strong>de</strong> seguir ocupándome <strong>de</strong><br />

ellas, y <strong>de</strong>seaba retirarme a <strong>de</strong>scansar sobre mis laureles diplomáticos, no sólo porque<br />

mi entusiasmo absolutista se había enfriado mucho, sino porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> algún tiempo las<br />

conspiraciones y los manejos políticos me causaban hastío. Ya he dicho que siempre fui<br />

muy inclinada a la mudanza en mis ocupaciones. Mi espíritu se aviene poco con la<br />

monotonía, y si hubo un día en que me sedujeron las embajadas, otro llegó en que me<br />

repugnaron. ¡Mágico efecto <strong>de</strong>l tiempo, cuya misión es renovar, creando las estaciones<br />

con los admirables círculos <strong>de</strong>l universo! También el alma humana ve en sí la alterada<br />

sucesión <strong>de</strong> las primaveras e inviernos en sus dilataciones y recogimientos.<br />

Yo <strong>de</strong>seaba entrar en España, y tenía propósito <strong>de</strong> reanudar las diligencias para<br />

averiguar [100] el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> mi cautivo <strong>de</strong> Benabarre. En Bayona, una familia<br />

francesa legitimista, con quien yo tenía antigua amistad, me convidó a pasar unos días<br />

en su casa <strong>de</strong> campo inmediata a Behobia, y unos parientes míos invitáronme a que les<br />

acompañase a Irún un par <strong>de</strong> semanas. A ambos ofrecimientos accedí, empezando por el<br />

<strong>de</strong> Behobia, aunque la frontera no me parecía el punto más a propósito para residir en<br />

los momentos en que principiaba la guerra. Pero la gente <strong>de</strong> aquel país estaba segura <strong>de</strong><br />

que Angulema atravesaría fácilmente el Pirineo, por ser muy adicto al absolutismo todo<br />

el país vasco-navarro.<br />

Todavía no había pasado Su Alteza la raya, cuando se rompió el fuego junto al<br />

mismo puente internacional. Los carbonarios extranjeros que andaban por España,<br />

unidos a otros perdidos <strong>de</strong> nuestro país, habían formado una legión con objeto <strong>de</strong> hacer<br />

frente a las tropas francesas. Constaba aquélla <strong>de</strong> doscientos hombres, tristes <strong>de</strong>sechos<br />

<strong>de</strong> la ley <strong>de</strong>magógica <strong>de</strong> Italia, <strong>de</strong> Francia y <strong>de</strong> España; y para seducir a los cien mil<br />

hijos <strong>de</strong> San Luis, se habían vestido a la usanza imperial, y on<strong>de</strong>ando la ban<strong>de</strong>ra<br />

tricolor, gritaban en la orilla española <strong>de</strong>l Bidasoa: «¡Viva Napoleón II!»<br />

Su objeto era fascinar a los artilleros franceses con este mágico grito; mas tuvieron la<br />

<strong>de</strong>sdicha <strong>de</strong> que tales aclamaciones fueran contestadas a cañonazos, y con sus ban<strong>de</strong>ras<br />

y sus enormes morriones huyeron a San Sebastián. Pasma la inocente credulidad <strong>de</strong> los<br />

carbonarios extranjeros y <strong>de</strong> los masones españoles. Oí <strong>de</strong>cir en Behobia que los<br />

liberales franceses Lafayette, Manuel, Benjamín, Constant y otros fiaban mucho en los<br />

doscientos legionarios mandados por el republicano emigrado coronel Fabvier. ¡Qué<br />

<strong>de</strong>svaríos engendra el furor <strong>de</strong> partido! Corría esto parejas con la necia confianza <strong>de</strong>l<br />

Gobierno español, que, aun <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>clarada la guerra, no había tomado<br />

disposiciones <strong>de</strong> ninguna clase, hallándose sus tropas sin más recursos ni elementos que<br />

el parlerío <strong>de</strong> los milicianos y el gárrulo charlatanismo <strong>de</strong> los clubs.

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