13.04.2013 Views

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

alfombrados. No se verá en parte alguna nada más grave ni más suntuoso ni más<br />

imponente.<br />

Su Majestad Cristianísima empezó a leer. ¡Qué voz tan dulce, qué acento tan<br />

patético! A cada párrafo era interrumpido por vivas exclamaciones. Yo lloraba y atendía<br />

con toda mi alma. Se me grabaron profundamente en la memoria aquellas célebres<br />

palabras: «He mandado retirar mi embajador. Cien mil franceses, mandados por un<br />

Príncipe <strong>de</strong> mi familia, por aquel a quien mi corazón se complace en llamar [83] hijo,<br />

están a punto <strong>de</strong> marchar invocando al Dios <strong>de</strong> San Luis para conservar el trono <strong>de</strong><br />

España a un <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> Enrique IV, para librar a aquel hermoso reino <strong>de</strong> su ruina y<br />

reconciliarlo con Europa».<br />

Ruidosos y entusiastas vítores manifestaron cuánto entusiasmaba a todos los<br />

franceses allí presentes la intervención. Yo, aunque española, comprendía la justicia y<br />

necesidad <strong>de</strong> esta medida. Así es que dije para mí, pensando en mis paisanos:<br />

-Ahora veréis, brutos, cómo os harán andar <strong>de</strong>rechos».<br />

Pero el bondadoso Luis XVIII siguió diciendo cosas altamente patrióticas sólo bajo<br />

el punto <strong>de</strong> vista francés, y ya aquello no me gustaba tanto; porque, en fin, empecé a<br />

compren<strong>de</strong>r que nos trataban como a un hato <strong>de</strong> carneros. He sido siempre <strong>de</strong> una<br />

volubilidad extraordinaria en mis i<strong>de</strong>as, las cuales varían al compás <strong>de</strong> los sentimientos<br />

que agitan hondamente mi alma. Así es que <strong>de</strong> pronto, y sin saber cómo se enfrió un<br />

poco mi entusiasmo; y cuando Luis dijo con altanero acento y entre atronadores<br />

aplausos aquello <strong>de</strong> Somos franceses, señores, sentí oprimido mi corazón; sentí que<br />

corría por mis venas rápido fuego, y pensando en la intervención, dije para mí: [84]<br />

-No hay que echar mucha facha todavía, amiguitos. Somos españoles, señores.<br />

Pero no puedo negar que la pompa <strong>de</strong> aquella Corte, la seriedad y gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong><br />

aquella Asamblea, acor<strong>de</strong> con su Rey, y existente con él sin estorbarse el uno a la otra,<br />

hicieron gran<strong>de</strong> impresión en mi espíritu. Me acordaba <strong>de</strong> las discordias infecundas <strong>de</strong><br />

mi país, y entonces sentía pena.<br />

-Allá -pensé-, tenemos <strong>de</strong>masiadas Cortes para el Rey y <strong>de</strong>masiado Rey para las<br />

Cortes.<br />

El día siguiente, 1.º <strong>de</strong> Marzo, era el señalado por Chateaubriand para recibirme. Yo<br />

tenía vivísimos <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> verle, por dos motivos: por mi comisión y porque había leído<br />

la Atala poco antes, hallando en su lectura profundo <strong>de</strong>leite. No sé por qué me figuraba<br />

al vizcon<strong>de</strong> como una especie <strong>de</strong> triste Chactas, <strong>de</strong> tal modo que no podía pensar en él<br />

sin traer a la memoria la célebre canción.<br />

Pero todo cambió cuando entré en el Ministerio y en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l célebre escritor<br />

que llenaba el mundo con su nombre y había divulgado la manía <strong>de</strong> los bosques <strong>de</strong><br />

América el sentimentalismo católico y las tristezas quejumbrosas a lo René. Vestía <strong>de</strong><br />

gran uniforme. Su semblante pálido y hermoso no tenía más <strong>de</strong>fecto que el estudiado<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los cabellos, [85] que asemejaban su cabeza a una <strong>de</strong> esas testas <strong>de</strong> al<strong>de</strong>ano<br />

en cuya selvática espesura jamás ha entrado el peine. En sus ojos había un mirar tan<br />

vivo y penetrante, que me obligaba a bajar los míos. Estaba bastante <strong>de</strong>caído, aunque su

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!