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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-¡Ah! Sí, perdona, hija... me distraje. Te <strong>de</strong>cía que ese bendito amigo juan-jacobesco<br />

es el mejor tragador <strong>de</strong> pan y garbanzos que he [125] conocido, y que ahora ha dado en<br />

la flor <strong>de</strong> querer casarse...<br />

-¡Casarse! -exclamó Sola poniéndose encarnada.<br />

-¿Te asombras, hija?... Más me asombré yo... No, no, no me asombré; al contrario,<br />

me pareció muy natural. Le conviene por mil razones; y ahora te pregunto yo: cuando<br />

Benigno tome estado ¿no será para ti un gran motivo <strong>de</strong> amargura el salir <strong>de</strong> esta casa,<br />

don<strong>de</strong> has sido tan amada, y separarte <strong>de</strong> estos chicos que has criado y que como a<br />

madre te miran?...<br />

El padre Alelí fijó en ella sus ojos, ávidos <strong>de</strong> leer en los <strong>de</strong> la joven lo que <strong>de</strong> su alma<br />

saliese al rostro, si es que algo salía. El buen fraile, que a pesar <strong>de</strong> su <strong>de</strong>crepitud llena <strong>de</strong><br />

perturbaciones mentales, conservaba algo <strong>de</strong> su antigua penetración, creyó ver en Sola<br />

una pena muy viva. Esto le hacía sonreír, diciendo para su sayo: «mujercita tenemos».<br />

-D. Benigno no se casará -dijo ella-. ¿Será posible que caiga en tan mala tentación?<br />

Yo <strong>de</strong> mí sé <strong>de</strong>cir que si salgo <strong>de</strong> esta casa me moriré <strong>de</strong> pena; tan tranquila, tan<br />

consi<strong>de</strong>rada y tan feliz he vivido en ella. Y luego, estos diablillos <strong>de</strong>l cielo, como yo les<br />

llamo; estos muchachos, a quienes quiero tanto sin ser míos, y no tengo mejor gusto que<br />

ocuparme [126] <strong>de</strong> ellos... No, digo que D. Benigno no se casará. Sería un disparate; ya<br />

no está en edad para eso.<br />

-¿Qué dices ahí, tontuela? -exclamó Alelí incorporándose con enojo-, ¿con que mi<br />

amigo no está en edad <strong>de</strong> casarse? ¿Es acaso algún viejo chocho, está por ventura<br />

enfermo? No, más sana y limpia está su persona y su sangre noble que la <strong>de</strong> todos esos<br />

mozuelos <strong>de</strong>l día.<br />

Esto <strong>de</strong>cía cuando Juan Jacobo, cansado <strong>de</strong> estarse quieto tanto tiempo y no teniendo<br />

interés en la conversación, empezó a tirarle <strong>de</strong> los bigotes al gato que dormido estaba en<br />

la falda <strong>de</strong>l fraile. Sentirse el animal tan malamente interrumpido en su sueño <strong>de</strong><br />

canónigo y empezar a dar bufidos y a sacar las uñas fue todo uno. Alborotose el fraile<br />

con los rasguños, y dio un coscorrón al chico, Sola le aplicó dos nalgadas y todo<br />

concluyó con enfadarse el muchacho y coger al gato en brazos y marcharse con él a un<br />

rincón don<strong>de</strong> le puso el sombrero <strong>de</strong>l mercenario para que durmiera.<br />

-Eso es, sí, está mi sombrero para cama <strong>de</strong> gatos -refunfuñó Alelí.<br />

-¡Jesús qué criatura!... le voy a matar -dijo Sola amenazándole con la mano-. Trae<br />

acá el sombrero. [127]<br />

Juan trajo el sombrero, y aprovechándose <strong>de</strong>l interés que en la conversación tenían el<br />

fraile y la joven, rescató su molinillo y su ban<strong>de</strong>ja y bajó a la tienda para escaparse a la<br />

calle.<br />

-Vaya con la tonta -dijo Alelí continuando su interrumpido tema-. Si Benigno es un<br />

muchacho, un chiquillo... Si me parece que fue ayer cuando le vi arrastrándose a gatas<br />

por un cerrillo que hay <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su casa... ¡Qué piernazas aquellas, qué brazos y qué<br />

manotas tenía! ¡Y cómo se agarraba al pecho <strong>de</strong> su madre, y qué mordidas le daba el

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