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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Mientras Romualda sube, <strong>de</strong>jando al buen clérigo y su acompañante en la puerta <strong>de</strong>l<br />

establecimiento, digamos cómo <strong>de</strong> la opulencia y <strong>de</strong>sahogo <strong>de</strong> la carnecería pasó<br />

aquella <strong>de</strong>smoralizada familia a la estrechez <strong>de</strong> un miserable comercio <strong>de</strong> agua y vino.<br />

En casa don<strong>de</strong> no existen ni los vínculos ni los afectos que constituyen la familia, don<strong>de</strong><br />

la paz <strong>de</strong>ja su puesto a la discordia y los vicios ocupan el lugar <strong>de</strong> la economía y la<br />

sobriedad, no pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong> modo alguno afincar las prosperida<strong>de</strong>s. La actividad <strong>de</strong><br />

Nazaria y su inteligencia no bastaban a atenuar los malos efectos <strong>de</strong> la holgazanería <strong>de</strong><br />

López, el cual no sólo <strong>de</strong>rrochaba en torpes fraucachelas lo adquirido con sus malas<br />

artes y conexiones políticas, sino que también sabía apurar, <strong>de</strong>jándolos en las puras<br />

tablas, los cajones <strong>de</strong>l mostrador, llenos <strong>de</strong>l pingüe esquilmo <strong>de</strong> la mañana. Nazaria no<br />

gastaba en livianda<strong>de</strong>s, pero sí en lujo y ruinosos caprichos. Empeñaba una joya para<br />

comprar otra, y a ninguna pren<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>jaba salir <strong>de</strong> su casa sin quitarle <strong>de</strong> las manos, a<br />

cambio <strong>de</strong> buen dinero, el rico mantón <strong>de</strong> Manila, la peineta <strong>de</strong> concha, el abanico <strong>de</strong><br />

marfil, los soberbios encajes flamencos y otras prendas valiosas que las casas ricas <strong>de</strong><br />

Madrid arrojan diariamente al oscuro mercado <strong>de</strong> lance. La carnecería producía mucho;<br />

pero el género <strong>de</strong> Mortanchez y Can<strong>de</strong>lario no cae llovido <strong>de</strong>l cielo, por lo que pronto<br />

empezó a <strong>de</strong>clinar la casa, y dando tumbos y [417] traspiés cayó, a la vuelta <strong>de</strong> un año,<br />

en el abismo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scrédito. Los acreedores se repartieron el botín y hubo una<br />

<strong>de</strong>sbandada <strong>de</strong> chorizos y una dispersión <strong>de</strong> jamones, que dieron mucho que hablar a<br />

todo el barrio <strong>de</strong> San Millán. Los muebles <strong>de</strong> la casa fueron embargados, y salieron en<br />

busca <strong>de</strong> más seguro domicilio las imágenes y santicos, juntamente con los toreros. Tres<br />

o cuatro puestos <strong>de</strong>l Rastro lucieron durante una semana parte muy principal <strong>de</strong>l ajuar<br />

<strong>de</strong> la Pimentosa, que sólo pudo retener lo indispensable para no pedir un hueco en San<br />

Bernardino, fundado por Pontejos en aquel mismo año. Ciertos dineros no muy lucidos<br />

que se salvaron <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sastre casi por milagro sirvieron a la viuda <strong>de</strong> Peralvillo para<br />

poner la tienda acuática antes <strong>de</strong>scrita; y entre aquellos cuatro fementidos trastos la<br />

infeliz mujer se mecía otra vez en locas ilusiones, pensando en volver a ser favorecida<br />

<strong>de</strong> la fortuna, para sacar <strong>de</strong>l comercio pequeñito un tráfico gran<strong>de</strong> y rico. Ella tenía<br />

genio, sabía comprar, sabía ven<strong>de</strong>r, pero ignoraba el arte <strong>de</strong> guardar, que es el arte <strong>de</strong><br />

enriquecer. Su mala estrella o su naturaleza física y moral (que esto no está bien<br />

averiguado) le agravaron el mal que ha tiempo pa<strong>de</strong>cía, llegando al extremo <strong>de</strong> no tener<br />

hora <strong>de</strong> completo sosiego; y si los duelos con pan son menos, la enfermedad<br />

acompañada <strong>de</strong> duelos y quebrantos cierra la puerta a todo remedio. A la escasez se<br />

unían las continuas reyertas domésticas para abatir más el espíritu <strong>de</strong> la pobre viuda <strong>de</strong><br />

Peralvillo y poner su estómago más dolorido. Un hecho importante ocurrió poco<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la ruina. No lo pasemos en silencio por lo mucho que a ambos favorece. Se<br />

casaron; pero la legalización <strong>de</strong> aquella inmoral alianza no la hizo más pacífica, y<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sposorios llevó López más arañazos en su rostro y ella mayor número<br />

<strong>de</strong> car<strong>de</strong>nales en su hermoso cuerpo.<br />

El <strong>de</strong>sastroso acabamiento <strong>de</strong> D. Felicísimo y el <strong>de</strong>splome <strong>de</strong> la casa en que vivía<br />

pusieron a Tablas en gran <strong>de</strong>sesperación, porque él creía segura una buena manda en el<br />

testamento <strong>de</strong> su protector. Como el testamento no se encontró entre los escombros, o si<br />

se encontró lo inutilizaron hábilmente Bragas y los <strong>de</strong> la curia, quedáronse en ayunas<br />

López y los señores eclesiásticos, que también tenían sus cinco sentidos en las mandas<br />

<strong>de</strong> misas y legados piadosos. Del abintestato <strong>de</strong>l Sr. <strong>de</strong> Carnicero se había aprovechado<br />

a sus anchas, sin el estorbo <strong>de</strong> repartir, el siempre venturosísimo Pipaón, a quien el cielo<br />

<strong>de</strong>paró un vástago a los nueve meses (día más día menos) <strong>de</strong> su matrimonio.

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