13.04.2013 Views

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Doña Cruz era una mujercita seca y bastante vieja, muy limpia, fuerte y dispuesta<br />

como una muchacha, lista <strong>de</strong> pies y manos, con la cabeza medio escondida <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

una escofieta que parecía alzarse y bajarse con el mover <strong>de</strong> la cabeza, como las moñas o<br />

tocas <strong>de</strong> ciertas aves. Para mirar daba a la cara un brusco movimiento lateral, lo mismo<br />

que los pájaros cuando están azorados o en acecho. Fuera por la asociación <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as o<br />

por verda<strong>de</strong>ra semejanza, ello es que al verla daban ganas <strong>de</strong> echarle alpiste.<br />

Interrumpida en lo mejor <strong>de</strong> su faena, doña Cruz se escandalizó, se asustó, aleteó un<br />

tanto con los bracitos flacos, miró <strong>de</strong> lado, graznó un poquillo. Al mismo tiempo dos,<br />

tres o quizás cuatro perrillos se abalanzaron a la dama, ladrando y chillando, ro<strong>de</strong>ándola<br />

<strong>de</strong> tal modo que si fueran mastines en vez <strong>de</strong> fal<strong>de</strong>ros, la <strong>de</strong>jarían malparada. La cotorra<br />

y el loro ponían en aquel <strong>de</strong>sacor<strong>de</strong> tumulto algunos comentarios roncos que<br />

aumentaban [97] la confusión. La dama expresó el objeto <strong>de</strong> su subida al entresuelo,<br />

mas como Crucita no podía oírla, fuele preciso alzar la voz, y con esto alzaron la suya<br />

los perros, mayaron los gatos, se enfadaron cotorra y loro y los pájaros prorrumpieron<br />

en una carcajada estrepitosa <strong>de</strong> cantos y píos. Mientras más gritaba la turba animalesca<br />

más se <strong>de</strong>sgañitaba doña Cruz diciendo: «¿Qué se le ofrece a usted? ¿Por quién<br />

pregunta usted?». Y a cada subida <strong>de</strong>l diapasón <strong>de</strong> la vieja más elevaba el suyo la<br />

señora, mientras D. Benigno <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la escalera gritaba sin que le escucharan: «¡Cruz!<br />

¡Sola!» armándose tal laberinto que sin duda hubiera parado en algo <strong>de</strong>sagradable si no<br />

se presentara afortunadamente la Hormiga a <strong>de</strong>svanecer aquella confusión, imponiendo<br />

silencio y enterándose <strong>de</strong> lo que la dama quería.<br />

Sorprendida y algo cortada estaba Sola ante aquel brusco modo <strong>de</strong> ver casas, y<br />

pasado el asombro primero dio en sospechar que otra intención distinta <strong>de</strong> la<br />

manifestada tenía la dama. Aunque esta le inspiraba miedo, por figurársele que su<br />

presencia le anunciaba alguna trapisonda, quiso disimular su temor. Tan bien lo<br />

consiguió, que la señora empezó a sorpren<strong>de</strong>rse a su vez <strong>de</strong> hallar en la protegida <strong>de</strong><br />

Cor<strong>de</strong>ro un semblante tan festivo, un [98] ánimo tan sereno y tal disposición a la<br />

complacencia, que dijo para sí con <strong>de</strong>specho y tristeza: -O esta disimula mejor que yo, o<br />

no hay aquí hombre escondido ni cosa que lo valga.<br />

- X -<br />

Vieron la casa toda, que la señora encontró más pequeña <strong>de</strong> lo que creía y bastante<br />

oscura en lo interior. Después Sola, que no había tenido tiempo <strong>de</strong> echarse un mantón<br />

por los hombros, ni aun <strong>de</strong> quitarse el <strong>de</strong>lantal, que era su librea <strong>de</strong> gala por las<br />

mañanas, acompañó a la señora a la sala para que <strong>de</strong>scansase y le pidió indulgencia por<br />

el mal pergenio con que la recibía. Consi<strong>de</strong>rándose ella como una especie <strong>de</strong> ama <strong>de</strong><br />

gobierno más bien que como dueña <strong>de</strong> la casa, su posición frente a la otra era, en<br />

verdad, un poco <strong>de</strong>sairada. Pero no le importaba nada ser allí un poco más o menos<br />

señora, y sentándose a cierta distancia <strong>de</strong> la visitante, esperó a que Crucita o el mismo<br />

D. Benigno vinieran a relevarla <strong>de</strong> su señorío provisional. Crucita se había encerrado en<br />

el gabinete para colgar las jaulas y echar agua a los tiestos, y [99] no se cuidaba <strong>de</strong> que<br />

hubiese o no en el estrado una persona extraña. Cor<strong>de</strong>ro estaba vendiendo, y tampoco<br />

podía subir.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!