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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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«Esto que siento no es una pasión <strong>de</strong> mozalbete, que sería impropia <strong>de</strong> mi edad, es<br />

un afecto que empezó siendo compasión y poco a poco se fue volviendo un tanto<br />

egoísta; luego se robusteció mucho con admiraciones <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> usted, y más<br />

tar<strong>de</strong> se hizo fuerte con la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> asociar a mi vida una vida tan útil por todos<br />

conceptos y que me traería tan gran dote <strong>de</strong> riquezas morales y <strong>de</strong> méritos positivos.<br />

»Aquí, apreciabilísima Hormiga, viene por sus pasos contados la cuestión <strong>de</strong>l<br />

agra<strong>de</strong>cimiento. Usted dirá que lo tiene por mí, y yo replico que mayor <strong>de</strong>be ser el mío<br />

porque los favores que me ha hecho son <strong>de</strong> los que no se pagan con nada <strong>de</strong>l mundo.<br />

Usted ha criado a mis hijos, usted ha or<strong>de</strong>nado mi casa, usted ha hecho agradable, fácil<br />

y metódica la vida. Y quien tanto ha hecho, quien tanto merece, ¿no ha <strong>de</strong> tener una<br />

posición digna en el mundo? Sí, y mil veces sí. Huérfana y sola, pobre y sin más tesoro<br />

que sus virtu<strong>de</strong>s, su amor al trabajo, su tierna [244] solicitud por todas las criaturas<br />

débiles o enfermas, usted ha cautivado mi corazón, no con afecto ardiente <strong>de</strong> esos que<br />

más bien hacen <strong>de</strong>sgraciados que felices a los hombres, sino <strong>de</strong>spertando en mí un<br />

sentimiento puro, en el cual se enlazan el amor y el respeto, la consi<strong>de</strong>ración y la<br />

ternura, el <strong>de</strong>seo vivísimo <strong>de</strong> ser feliz y el más vivo aún <strong>de</strong> hacer feliz, rica, consi<strong>de</strong>rada<br />

y señora a quien ya tiene en su alma todas las señorías <strong>de</strong> Dios.<br />

»No me conteste usted por escrito. Medite usted mi proposición, y cuando yo vaya,<br />

que será <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ocho o diez días, me respon<strong>de</strong>rá verbalmente con una sola palabra,<br />

en la inteligencia, apreciable Hormiga, <strong>de</strong> que si mi proposición mereciera una negativa,<br />

sería usted para mí lo mismo que ahora es, la primera y más santa <strong>de</strong> las amigas, y<br />

siempre sería yo para usted el mismo leal, admirador y ferviente amigo.<br />

Benigno Cor<strong>de</strong>ro».<br />

Muy satisfecho y <strong>de</strong>scansado se encontró el hombre <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> escrita la carta.<br />

Leída y aprobada por el padre Alelí, D. Benigno la entregó por su propia mano al<br />

ordinario <strong>de</strong> Toledo. Aquel día vendió muchos encajes. Dios estaba <strong>de</strong> su parte. [245]<br />

- XXV -<br />

Por fin vino el último día <strong>de</strong> Junio, y el héroe, con sus dos hijos y el padre Alelí, se<br />

embanastó en el coche, y helos aquí en camino <strong>de</strong> los Cigarrales. Durante el viaje el<br />

fraile hablaba por siete, siendo tan extremado aquel día el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n caótico <strong>de</strong> su cabeza<br />

que no hablara mejor ni con más gracia el mismo <strong>de</strong>scubridor <strong>de</strong> los cerros <strong>de</strong> Úbeda, o<br />

el fabricante <strong>de</strong> los pies <strong>de</strong> banco. A cada instante suspendía sus paliques para quedarse<br />

mirando al cielo, con el <strong>de</strong>do en el labio y el entrecejo lleno <strong>de</strong> pliegues y laberínticas<br />

arrugas, imagen exacta <strong>de</strong> la confusión que <strong>de</strong>ntro reinaba. Las únicas palabras que<br />

entonces profería eran estas: -Benignillo, yo tenía que <strong>de</strong>cirte una cosa... ¿Qué es lo que<br />

yo tenía que <strong>de</strong>cirte, Benignillo?... Pues no me acuerdo.<br />

El <strong>de</strong> Boteros, aunque anheloso y lleno <strong>de</strong> dudas, tenía presentimientos felices, y el<br />

corazón le aseguraba que sería venturoso el término o solución <strong>de</strong> sus amorosas<br />

ansieda<strong>de</strong>s. Llegaron. Sola, doña Crucita y los chicos menores con regular escolta <strong>de</strong>

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