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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Eterno Sol, hicieran <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la bienaventuranza un egoísmo, adiós universo, adiós<br />

pasmoso or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> cielo y tierra, adiós concierto sublime. No, yo miro a la tierra y la<br />

miraré siempre. Le <strong>de</strong>jo un don precioso, mi vida, mi historia, mi ejemplo, hija mía,<br />

¿sabes tú lo que vale un buen ejemplo para esta mísera chusma rutinaria? Sí, mi historia<br />

será pronto una <strong>de</strong> las más enérgicas lecciones que tendrá el rebaño humano para<br />

implantar la libertad que ha <strong>de</strong> conducirle a su mejoramiento [325] moral. Pero digo yo,<br />

¿es fácil escribir esa historia? No. Bien conocidos son mis discursos, y aunque yo no los<br />

he escrito, como todo el mundo los tiene grabados en la memoria, no faltará quien los<br />

dé a la estampa. Sócrates no <strong>de</strong>jó escrito nada... Pero si serán perpetuados mis discursos,<br />

habrá gran escasez <strong>de</strong> datos biográficos respecto a mí. Oye, pues, lo que voy a <strong>de</strong>cirte.<br />

Tomando a Sola por un brazo, la acercó a sí:<br />

-Viviendo en tu casa -añadió-, apunté no hace dos meses, los principales datos <strong>de</strong> mi<br />

vida, tales como el día <strong>de</strong> mi nacimiento, el <strong>de</strong> mi bautizo, el <strong>de</strong> mi confirmación, el <strong>de</strong><br />

mi boda con Refugio, el <strong>de</strong>l feliz natalicio <strong>de</strong> Lucas, el <strong>de</strong> mi entrada en la enseñanza y<br />

otros: son datos preciosísimos. Como los historiadores han <strong>de</strong> empezar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mañana<br />

mismo a revolver archivos y libros parroquiales, yo te encargo que les saques <strong>de</strong> apuros.<br />

Mira tú; el apunte en que constan esos datos está escrito con lápiz... Me parece que lo<br />

puse <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l hule <strong>de</strong> la cómoda. Búscalo bien por toda la casa, y entrégalo a esos<br />

señores. Al punto sabrás quiénes son, porque no se hablará <strong>de</strong> otra cosa en todo el<br />

mundo. No te <strong>de</strong>scui<strong>de</strong>s, y evitarás mil quebra<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> cabeza, y quizás inexactitu<strong>de</strong>s<br />

[326] y errores que darán ocasión a <strong>de</strong>sagradables polémicas.<br />

Sola sintió al oír esto que la admiración <strong>de</strong>spertada por anteriores palabras <strong>de</strong>l<br />

viejecillo bobo, se disipaba como humo. ¡Cuán difícil era señalar la misteriosa línea<br />

don<strong>de</strong> los <strong>de</strong>svaríos <strong>de</strong> Sarmiento se trocaban en ingeniosas observaciones, o por el<br />

contrario, sus admirables vuelos en lastimoso rastrear por el polvo <strong>de</strong> la necedad! La<br />

joven prometió cumplir fielmente todo lo que le mandaba.<br />

Al poco rato apareció el padre Alelí preparado para <strong>de</strong>cir la misa, y empezada esta,<br />

Sarmiento la ayudó con extraordinaria <strong>de</strong>voción y acierto, tan seguro en las ceremonias<br />

como si hubiera sido monaguillo toda su vida. Soledad la oyó con gran edificación<br />

acompañada <strong>de</strong> los hermanos y <strong>de</strong> algunos empleados <strong>de</strong> la cárcel. Después, por or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong>l Sr. Chaperón, se cerró la capilla al público.<br />

- XXVIII -<br />

Poniendo sobre todas las cosas su anhelante <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> llegar pronto al fin <strong>de</strong> la<br />

jornada vital, que era el comienzo <strong>de</strong> su triunfo, Sarmiento [327] <strong>de</strong>ploraba que la<br />

justicia <strong>de</strong> aquellos tiempos hubiese fijado en cuarenta y ocho horas el plazo <strong>de</strong> la<br />

preparación religiosa. Con diez o doce horas había bastante, según él. Los dos frailes<br />

que le asistían aprovecharon la ocasión <strong>de</strong> su soledad para hablarle recio en el negocio<br />

<strong>de</strong> la salvación, logrando que D. Patricio atendiese a él, y consintiera en oír el<br />

trasnochado sermoncillo que preparado traía el padre Salmón. Después <strong>de</strong> comer,<br />

cuando Sola vencida por el cansancio había cedido al sueño y dormitaba sentada, el

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