13.04.2013 Views

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

pero mientras más querían ir ellos por el camino <strong>de</strong>l juicio, con más ahínco se arrojaba<br />

D. Carlos por los <strong>de</strong>speña<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>l <strong>de</strong>satino. Si ellos hablaban <strong>de</strong> las cosechas, <strong>de</strong>l<br />

crudo invierno y entremezclaban donosos cuentos en su coloquio, a él no le sacaba<br />

nadie <strong>de</strong> la guerra, <strong>de</strong>l empuje carlista y <strong>de</strong> la necesidad <strong>de</strong> que un jefe militar <strong>de</strong><br />

prestigio y valor se pusiese al [384] frente <strong>de</strong> las partidas navarras para organizarlas y<br />

hacer con ellas un po<strong>de</strong>roso ejército reglado. Imaginaron hacerlo creer que no había ya<br />

tal guerra y que los rebel<strong>de</strong>s se habían sometido ya al Gobierno; pero esto dio resultado<br />

contrario al buen <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> Salvador, porque oyendo Navarro lo <strong>de</strong>l someterse, poníase<br />

furioso, echaba ternos y quería arrojarse <strong>de</strong>l lecho. Más fácil era pacificar a Navarra que<br />

introducir en aquel cerebro insurreccionado la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la paz.<br />

El sistema más eficaz para calmarle y hacerle tomar las medicinas era contarle las<br />

hazañas <strong>de</strong>l cura <strong>de</strong> Irañeta y <strong>de</strong>l cabecilla Mongelos, dos tipos <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong><br />

salteadores. Pero si le <strong>de</strong>cían que todo el furor religioso carlino <strong>de</strong> tales héroes no era<br />

más que una pantalla para encubrir contrabando, entonces el enfermo sacaba los puños<br />

<strong>de</strong> entre las sábanas, llamaba al cirujano mequetrefe, y <strong>de</strong>cía a su hermano:<br />

-Tú eres un intrigante forrado en masón. Márchate <strong>de</strong> aquí y déjame solo. Me<br />

estorbas, te juro que me estorbas. Tus cuidados me cargan, porque no quiero<br />

agra<strong>de</strong>certe nada. ¿Lo oyes bien? no quiero agra<strong>de</strong>certe nada, ni esto. Pesas sobre mí<br />

como una montaña, y creo que no tendré salud mientras no estés lejos <strong>de</strong> mí y pueda yo<br />

<strong>de</strong>cir: «no le <strong>de</strong>bo nada, no es mi hermano, es un intruso».<br />

De estas cosas se reía Salvador, y para captarse su voluntad y amansar un poco su<br />

arisco genio, hasta i<strong>de</strong>ó afectar simpatías por el Infante y la apostólica insurrección. Una<br />

mañana le llevó la noticia que circulaba por la ciudad, dando motivo a infinitos<br />

comentarios. Zumalacárregui se había pasado al campo carlista. Según dijo quien le vio,<br />

dos días antes había salido muy <strong>de</strong> mañana, con capote militar, por la puerta <strong>de</strong>l<br />

Carmen, y se había encaminado a pie hacia una venta próxima, don<strong>de</strong> le esperaban tres<br />

hombres con un caballo. A escape se dirigió el coronel cabecilla a Huarte Araquil,<br />

don<strong>de</strong> le aguardaban el cura Irañeta y Mongelos. Los tres partieron juntos hacia la sierra<br />

en busca <strong>de</strong> Iturral<strong>de</strong>, según se creía.<br />

Mucho extrañó a Monsalud el ver que su hermano, en lugar <strong>de</strong> recibir esta noticia<br />

con la alegría que siempre mostraba, tratándose <strong>de</strong> ventajas carlistas, la oyó con gran<br />

asombro, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> larguísima pausa, se afligió mucho y se dio un golpe en la frente<br />

como en señal <strong>de</strong> abatimiento y <strong>de</strong>sesperación. De pronto extendió una mano. Asiendo<br />

el brazo <strong>de</strong> su hermano, atrájole hacia sí y en voz baja, con el acento más lúgubre que<br />

pue<strong>de</strong> imaginarse, le dijo estas palabras:<br />

-¿Ves lo que hace Zumalacárregui? Pues eso <strong>de</strong>bía haberlo hecho yo. ¿No te dije que<br />

era necesario que un jefe militar se pusiese al frente <strong>de</strong> [385] esta sagrada insurrección<br />

para organizarla? Pues ese jefe <strong>de</strong>bía ser yo, yo. ¿Qué hace Zumalacárregui? Lo mismo<br />

que habría hecho yo. Su papel es el mío, sus laureles los míos, su triunfo mi triunfo. Si<br />

yo no estuviera en esta aborrecida cama, estaría don<strong>de</strong> él está ahora, y lo que él piensa<br />

hacer y hará <strong>de</strong> seguro, ya estaría hecho... ¡Qué <strong>de</strong>sesperación, Dios <strong>de</strong> Dios!<br />

Dicho esto, puso sus ojos fieros en los <strong>de</strong> su hermano tristes y serenos; le envolvió<br />

en una mirada aterradora y le apretó con más fuerza el brazo, diciendo:

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!