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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Cuando vine aquí persistía en mi propósito <strong>de</strong> huir para siempre <strong>de</strong> la política,<br />

aunque estaba muy in<strong>de</strong>ciso consi<strong>de</strong>rando que alguna dirección o empleo había <strong>de</strong> dar a<br />

mi pensamiento y a mi voluntad. No se pue<strong>de</strong> vivir <strong>de</strong> monólogos, como yo vivo ahora.<br />

Mi <strong>de</strong>sgracia o mi fortuna, que esto no lo sé bien, quisieron que entrara algunas veces<br />

en Palacio. Allí traté a gentiles-hombres y cortesanos, hice amistad con ministriles y<br />

empleadillos menudos; todo por el negocio maldito <strong>de</strong> esta rúbrica que pido a Su<br />

Excelencia y que no me quiere dar. A<strong>de</strong>más soy amigo <strong>de</strong> un montero <strong>de</strong> Espinosa que<br />

me ha enterado <strong>de</strong> todo lo ocurrido ayer y anoche. ¡Qué cosas, amigo mío; qué horrores!<br />

Si cuando se lee la historia sentimos emociones tan hondas y queremos ser actores en<br />

los sucesos pintados, ¿qué será cuando vemos la historia viva, antes <strong>de</strong> ser libro, y<br />

asistimos a los hechos antes <strong>de</strong> que sean páginas? El drama <strong>de</strong> anoche me ha<br />

espeluznado. Pues se prepara otro drama, junto al cual el <strong>de</strong> anoche será comedia. No,<br />

no es posible ver esto como se ven por anteojo los muñecos y las vistas <strong>de</strong> un<br />

tutilimundi. De repente me he sentido exaltado, y mis antiguas vocaciones han renacido<br />

con ímpetu irresistible.<br />

-Cuidado, cuidado -dijo D. Benigno, temeroso [353] <strong>de</strong>l sesgo peligroso que aquella<br />

conversación tomaba-. Los arbolitos oyen; chitón. Le veo a usted en camino <strong>de</strong> ser un<br />

cristino furibundo.<br />

-Yo no sé por qué camino voy; sólo sé que cuando veo a esa Reina joven, hermosa,<br />

inocente <strong>de</strong> todos los crímenes <strong>de</strong>l absolutismo: cuando consi<strong>de</strong>ro sus virtu<strong>de</strong>s y la<br />

piedad con que asiste al Rey enfermo, que sólo merece lástima; cuando veo los peligros<br />

que la cercan, los infames lazos que se le tien<strong>de</strong>n y el <strong>de</strong>sdén con que la miran los<br />

mismos que hace poco se arrastraban a sus pies, siento ar<strong>de</strong>r la sangre en mis venas, y<br />

no sé qué daría, créame usted, D. Benigno, por hallarme en situación <strong>de</strong> enseñar a esos<br />

murciélagos apostólicos cómo se respeta a una señora y a una Reina. En la corona que<br />

no han podido quitarle todavía, y que sobre su hermosa frente tiene mayor brillo, veo la<br />

monarquía templada que celebra alianzas <strong>de</strong> amistad con el pueblo; pero en la corona <strong>de</strong><br />

hierro que esos intrigantes clérigos y cortesanos están forjando en el cuarto <strong>de</strong> D.<br />

Carlos, veo la monarquía <strong>de</strong>sconfiada, implacable, que no admite más <strong>de</strong>rechos que los<br />

suyos. No, no hay ya en España caballeros, si España consiente que esa turba <strong>de</strong><br />

fanáticos expulse a la Reina y arrebate la corona a su hija... [354]<br />

-Sí, sí -exclamó Cor<strong>de</strong>ro sintiendo que revivía lentamente en su pecho su antiguo<br />

entusiasmo liberalesco-. Pero cuidado, mucho cuidado, amigo. Lo que usted dice es<br />

peligrosísimo. Todo el Real Sitio es <strong>de</strong> los apostólicos. No nos metamos en lo que no<br />

nos importa.<br />

-¿Cómo que no nos importa? -dijo el otro con viveza-. Es cuestión <strong>de</strong> vida o muerte,<br />

<strong>de</strong> ser o no ser. En estos momentos se está <strong>de</strong>cidiendo, y pronto se probará si los<br />

españoles no merecen otro <strong>de</strong>stino que el <strong>de</strong> un hato <strong>de</strong> carneros o si son dignos <strong>de</strong><br />

llamar nación a la tierra en que viven. Yo que había tomado en aborrecimiento las<br />

revoluciones y el conspirar, ahora siento en mí un apetito <strong>de</strong> rebeldía que me llevaría a<br />

los mayores atrevimientos si viera junto a mí quien me ayudase. Desanimado ayer y<br />

<strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> la oscuridad, hoy que la vida doméstica me es negada por Dios, quisiera<br />

tener medios <strong>de</strong> revolver a España, y amotinar gente, y hacer que todo el mundo se<br />

rebelara, y romper todos los lazos, y levantar todos los <strong>de</strong>stierros, y <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nar todo<br />

lo que está enca<strong>de</strong>nado por este régimen brutal. Yo iría a esa Reina atribulada y le diría:<br />

«Señora, lance Vuestra Majestad un grito, un grito sólo en medio <strong>de</strong> este país que

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