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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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salió a ella ni a él, sino a los dos, realizando en sí uno <strong>de</strong> esos maravillosos términos<br />

medios que sólo resultan bien en los divinos talleres <strong>de</strong> la Naturaleza. No era Elena<br />

gran<strong>de</strong> ni chica, ni gorda ni flaca, sino admirablemente proporcionada en talle, color y<br />

estatura. Su cabeza era <strong>de</strong> las más hermosas que pue<strong>de</strong>n imaginarse, <strong>de</strong> tal modo que<br />

viéndola se comprendía que el valor sereno <strong>de</strong> don Benigno no era el único parentesco<br />

<strong>de</strong> aquella familia con la raza helénica. Su cara era la más bella que se ha visto durante<br />

muchos años en toda la zona <strong>de</strong>l comercio matritense <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Maja<strong>de</strong>ritos a la calle <strong>de</strong><br />

Milaneses.<br />

Quizás faltaba a su rostro aquella movilidad <strong>de</strong> la fisonomía española, que es como<br />

el temblor <strong>de</strong> la luz jugando sobre la superficie <strong>de</strong>l agua agitada; quizás le faltaba esa<br />

facultad <strong>de</strong> hablar en silencio, lenguaje admirable <strong>de</strong>l cual son signos las pestañas, el iris<br />

negro que alumbra como una luz, la sombra <strong>de</strong> la cara, el modo <strong>de</strong> mover el cuello, la<br />

olvidada gue<strong>de</strong>ja sobre la sien, el rumorcillo <strong>de</strong>l pendiente que se mueve ensartado en la<br />

oreja. Quizás Elena era <strong>de</strong>masiado selecta y tenía <strong>de</strong>masiada corrección en su persona;<br />

mas no por esto [112] <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> ser acabado tipo <strong>de</strong> hermosura. Verdad es que miraba y<br />

reía, se peinaba y se adornaba <strong>de</strong> una manera harto metódica; mas es posible que su<br />

corta edad y su educación circunspecta la tuvieran en tal estado. Sus apasionados<br />

alegaban para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla que era más bella su timi<strong>de</strong>z inocente y aquella perfección<br />

muñequil tan esmerada en sus limpios perfiles que la <strong>de</strong>senvoltura y graciosa viveza <strong>de</strong><br />

otras. Algunos la ponían resueltamente en el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los juguetes finos; otros, en el <strong>de</strong><br />

las imágenes <strong>de</strong> iglesia. Pero, no obstante tal diversidad <strong>de</strong> opiniones, era generalmente<br />

admirada, contribuyendo a<strong>de</strong>más la fama <strong>de</strong> su virtud a aumentar la aureola <strong>de</strong> respeto y<br />

consi<strong>de</strong>ración que circundaba como nimbo luminoso a toda la familia <strong>de</strong> Cor<strong>de</strong>ro.<br />

De los dos varones poco pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse; eran pequeñuelos, traviesos y muy <strong>de</strong>votos<br />

hermanos <strong>de</strong> la hermandad <strong>de</strong>l Novillo. En aquel tiempo las familias discurrían el modo<br />

<strong>de</strong> congraciarse con el bando dominante, y uno <strong>de</strong> los sistemas más eficaces durante el<br />

trienio había sido vestir a los niños <strong>de</strong> milicianos nacionales. Cambiadas radicalmente<br />

las cosas, D.ª Robustiana, que quería estar en paz con la situación, siguió la general<br />

moda vistiendo a los borregos <strong>de</strong> frailes. Los domingos Primitivo y [113] Segundito<br />

salían a la calle hechos unos padres priores que daban gozo.<br />

La familia, que antes <strong>de</strong> la catástrofe <strong>de</strong> la Constitución era feliz y vivía tranquila en<br />

su paz laboriosa, había caído en gran <strong>de</strong>saliento y tristeza <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la proscripción <strong>de</strong>l<br />

padre. Temían nuevas <strong>de</strong>sgracias, y como no veían en torno <strong>de</strong> sí más que cuadros <strong>de</strong><br />

luto, ignominia, venganzas horribles, asesinatos jurídicos, <strong>de</strong>laciones infames, horcas y<br />

traición, no respiraban. Resuelta D.ª Robustiana a no ser en manera alguna sospechosa a<br />

los ojos <strong>de</strong> la reacción, se esmeraba en variar los vestidos domingueros <strong>de</strong> los niños,<br />

dándoles la forma y color <strong>de</strong> todas las ór<strong>de</strong>nes religiosas imaginables.<br />

Compartían el tiempo hija y madre entre la tienda y la casa. En la primera tenían un<br />

mancebo jovenzuelo que era muy <strong>de</strong>spierto y les prestaba no poca ayuda. En la casa<br />

vivían recogidamente, sin cultivar amista<strong>de</strong>s que podrían resultar peligrosas; huyendo<br />

<strong>de</strong> tratar mucha y diversa gente; consagrando bastantes horas a rezar por la vuelta <strong>de</strong>l<br />

padre, y a imaginar medios pacíficos y legales para hacer su situación menos aflictiva.<br />

La amistad más íntima y cariñosa que cultivaban era la <strong>de</strong> Sola, que bajaba todos los<br />

días un par <strong>de</strong> horas lo [114] menos, cuando no subía Elena a hacerle compañía y<br />

ayudarla en sus quehaceres. La amistad <strong>de</strong> la huérfana databa <strong>de</strong> 1822 en vida <strong>de</strong> su<br />

padre, que era paisano <strong>de</strong> Cor<strong>de</strong>ro; pero se había aumentado y encendido más el afecto

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