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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Parece mentira -dijo D. Benigno sintiendo su garganta oprimida por un dogal <strong>de</strong><br />

satisfacción, pues también hay dogales <strong>de</strong> gozo-; [249] parece mentira, apreciable Sola,<br />

que haya hecho usted tantas maravillas con el poco dinero que le <strong>de</strong>jé. La casa está<br />

trasformada y la huerta también. De este tugurio y <strong>de</strong> este rincón <strong>de</strong> tierra ha hecho<br />

usted con su mano <strong>de</strong> oro un palacio y un edén.<br />

Sola se ruborizó un poco y dijo que era preciso echar abajo dos tabiques y plantar<br />

una nueva fila <strong>de</strong> árboles, y traer algunos muebles.<br />

¿Muebles? ¡Ah! D. Benigno habría traído, si en su mano estuviera, el trono <strong>de</strong> las<br />

Españas para sentar en él a la que <strong>de</strong> este modo inundaba su alma y su vida <strong>de</strong> esperanza<br />

y alegría. Al hablar <strong>de</strong> las reformas <strong>de</strong> la finca, Sola hablaba ingenuamente el lenguaje<br />

<strong>de</strong> la señora <strong>de</strong> la casa. Y en esto no había afectación <strong>de</strong> ninguna clase, ni menos<br />

<strong>de</strong>senfado <strong>de</strong> advenediza, sino que se expresaba así porque todo aquello le parecía suyo<br />

y muy suyo <strong>de</strong> hecho, aunque no mediasen las circunstancias que se lo iban a dar <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>recho.<br />

Cenaron. La cena fue alegre y opulenta. Abundante caza, sabrosos salmorejos,<br />

perdices escabechadas, estofado <strong>de</strong> vaca que propagó por toda la casa su exquisito olor<br />

<strong>de</strong> refectorio, legumbres fritas en menestra, festoneada con rue<strong>de</strong>cillas <strong>de</strong> huevos duros,<br />

vino fresco <strong>de</strong> Esquivias, y luego un ban<strong>de</strong>jón <strong>de</strong> albaricoques <strong>de</strong> la finca, frescos,<br />

ruborizados, y echando [250] pura miel por aquella boquirrita con que se pegaban al<br />

árbol, compusieron la colación. En la mesa se encontraron cosas <strong>de</strong> los Cigarrales y<br />

cosas <strong>de</strong> Madrid. Llevaba en esto la palabra el fraile que en tocando a hablar se parecía<br />

a la noria tal como estaba antes, echando agua sin concierto ni or<strong>de</strong>n. Más <strong>de</strong> una vez se<br />

quedó parado y lelo, diciendo: -«Benignillo, yo tenía que contarte una cosilla...». «¡Ah!,<br />

ya caigo» -añadía dando un grito. Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>cía: -«Pues no: se me fue. Me anda<br />

dando vueltas por el magín y no la puedo atrapar».<br />

Con estas cosas se acabó la cena y el fraile rezó el rosario, contestado por Benigno y<br />

Sola, porque Crucita y los cuatro muchachos se quedaron dormidos teniendo entre los<br />

dientes el último hueso <strong>de</strong> albaricoque y el primer Padre nuestro.<br />

-Ite, mensa est. A acostarse todo el mundo -gritó al concluir Alelí-. Estamos muertos<br />

<strong>de</strong> cansancio.<br />

Y se acostaron todos. D. Benigno durmió con plácido sosiego y soñó que estaba su<br />

cabeza circundada <strong>de</strong> una aureola, <strong>de</strong> un disco <strong>de</strong> luz como el que tienen los santos. Por<br />

la mañana cuando se levantó y salió <strong>de</strong> su alcoba, persistía en él la ilusión <strong>de</strong> tener en su<br />

cabeza el nimbo y <strong>de</strong> estar <strong>de</strong>spidiendo <strong>de</strong> sus sienes chorros <strong>de</strong> luz. Tomó su chocolate,<br />

encendió [251] un cigarrillo, entró en la sala baja y vio a Sola que estaba abriendo las<br />

ma<strong>de</strong>ras para que entrara el aire puro <strong>de</strong>l campo, y al mismo tiempo para atar la cuerda<br />

don<strong>de</strong> se había <strong>de</strong> colgar la ropa que se estaba lavando. El otro extremo <strong>de</strong> la cuerda<br />

<strong>de</strong>bía atarse en el moral gran<strong>de</strong> que había en medio <strong>de</strong> la huerta. Don Benigno tomó la<br />

soga y salió muy contento a ayudar a su protegida en aquella faena doméstica.<br />

-Más fuerte -le dijo Sola riendo.<br />

Si Cor<strong>de</strong>ro se atara la soga en el mismo cogollo <strong>de</strong> su corazón, no sintiera este más<br />

alborotado y palpitante.

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