13.04.2013 Views

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>de</strong> salchichones, los unos vestidos con coraza <strong>de</strong> plata, los otros <strong>de</strong>snudos y tiesos como<br />

garrotes, en tal número, que con ellos se podría armar un ejército, si los ejércitos se<br />

batieran a cachiporrazos. En el mostrador, <strong>de</strong> pintada tabla, estaba el peso <strong>de</strong> metal<br />

amarillo, que como el más fino oro <strong>de</strong> Arabia relucía, y <strong>de</strong> unos ganchos que traían a la<br />

memoria las horcas alzadas por Chaperón en la vecina plazuela, colgaban las orondas<br />

reses puestas al <strong>de</strong>spacho. Allí era <strong>de</strong> ver la hercúlea fiereza con que un fornido<br />

inocentón manejaba el hacha sobre el tajo, haciendo trizas a la víctima, que había sido<br />

un inocentísimo carnero manchego, o benemérita vaca <strong>de</strong> la sierra <strong>de</strong> Gredos. Insensible<br />

como un verdugo, había en él también algo <strong>de</strong> la estricta equidad <strong>de</strong> quien cumple<br />

justicias superiores, porque cortaba los pedazos <strong>de</strong> modo que resultasen conforme al<br />

peso pedido, y era muy comedido <strong>de</strong> huesos y escrupuloso <strong>de</strong> piltrafas. El tajo era<br />

quizás el objeto que menos conforme estaba con el aspecto or<strong>de</strong>nado y hasta bonito <strong>de</strong><br />

la tienda. ¿Quién nos asegura que no salió <strong>de</strong>l mismo tronco <strong>de</strong> don<strong>de</strong> sacaron el que<br />

sirvió para hacer justicia a los Comuneros? Cuando nuestro buen amigo Rufete le<br />

miraba, las eda<strong>de</strong>s ominosas acudían a su mente y con ellas la imagen <strong>de</strong> los terribles<br />

escarmientos aplicados al [311] hombre por el hombre. Las rayas trazadas sobre el<br />

ma<strong>de</strong>ro por el filo <strong>de</strong>l hacha le parecían una página histórica.<br />

Las pesas subían y bajaban golpeando el mostrador duro, y <strong>de</strong> mano en mano iba<br />

pasando el sustento <strong>de</strong> todo el barrio, aquí pobre y esquilmado, allá rico y sustancioso.<br />

Sobre la tabla caía una lluvia <strong>de</strong> cuartos negros manchados <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>, y con la música<br />

que estos hacían, se concordaba el choque <strong>de</strong> las medias libras y onzas <strong>de</strong> cobre, sin<br />

cesar dando sobre el platillo. La aguja <strong>de</strong> la balanza oscilaba constantemente como un<br />

péndulo invertido. Cuando se distribuía una res, dividiéndose en innumerables pedazos<br />

<strong>de</strong>stinados a tan diversas necesida<strong>de</strong>s humanas, se <strong>de</strong>scolgaba otra. Tan continuado<br />

rasgar <strong>de</strong> fibras y estallido <strong>de</strong> huesos causaría horror a los que no lo presenciaran todos<br />

los días. Entre el murmullo se oía: «Señá Nazaria, péseme, bien, que soy parroquiana...<br />

Señá Nazaria, córteme pierna <strong>de</strong> abajo... Señá Nazaria, tenga conciencia y vea que eso<br />

es cordilla para los gatos... Señá Nazaria, el solomillo limpio y mondo o no cobrado...<br />

Señá Nazaria, tenga conciencia en las chuletas».<br />

Y señá Nazaria atendía a todos los términos <strong>de</strong> esta baraúnda, <strong>de</strong>mostrando actividad<br />

pasmosa, inteligencia múltiple y compleja. Unía al talento para distribuir la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong><br />

alma para conce<strong>de</strong>r siempre un poco más <strong>de</strong>l peso. No era cicatera, pero cuando se creía<br />

engañada en el dinero, hacía justicia pronta y seca. En cierta ocasión agarró un moño<br />

como se podría coger una fruta, tiró <strong>de</strong> él y una copiosa cabellera negra se le quedó en<br />

la mano, por lo que se dijo que en sus gran<strong>de</strong>zas imitaba a Julio César, y en su modo <strong>de</strong><br />

guerrear a los salvajes. Era una mujer alta y gorda, no tan gorda que llegara a ser<br />

repugnante, sino llena, redon<strong>de</strong>ada y bien compartida. Si era verdad que parecía haber<br />

absorbido parte consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong> la infinita sustancia que en la tierra existe, también lo es<br />

que conservaba mucha ligereza en todo su cuerpo, y que no lo pesaban las mantecas. Su<br />

rostro era <strong>de</strong> admirable blancura, sus ojos garzos y negros, su nariz basta y respingada,<br />

abierta <strong>de</strong>scaradamente al aire, como gran ventana, necesaria a la respiración <strong>de</strong> un<br />

gran<strong>de</strong> y profundo edificio. El chorro <strong>de</strong> viento que entraba por aquella nariz mo<strong>de</strong>lada<br />

para el <strong>de</strong>sparpajo, imponía miedo a los espectadores <strong>de</strong> su cólera. Nazaria tenía la<br />

hermosura que por extraña amalgama <strong>de</strong> los tipos humanos, hace simpático al <strong>de</strong>scaro.<br />

Lucía enormes amatistas montadas en pendientes <strong>de</strong> filigrana como relicarios, <strong>de</strong><br />

modo que parecía llevar en cada oreja el pectoral <strong>de</strong> un obispo. Sus manos eran bonitas<br />

y gor<strong>de</strong>zuelas, y los anillos que <strong>de</strong> antiguo [312] llevaba no se le podían sacar, porque

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!