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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Había pocas personas en casa <strong>de</strong> Falfán. Encontré a la Marquesa muy <strong>de</strong>smejorada y<br />

triste en gran manera, lo cual no sé si me causó pena o alegría. Creo que ambas cosas a<br />

la vez. Yo justifiqué mi viaje a Sevilla, suponiendo asuntos <strong>de</strong> intereses, y no me atreví<br />

a preguntar por él ni siquiera a nombrarle para que mi afectada indiferencia alejara todo<br />

recelo. Tenía esperanza <strong>de</strong> verle entrar en el patio [180] cuando menos lo pensase, y me<br />

preparaba para no turbarme en el momento <strong>de</strong> su aparición. Cualquier ruido <strong>de</strong> la puerta<br />

me hacía temblar, dándome los escalofríos propios <strong>de</strong> la pasión en acecho.<br />

Sin que me esté mal el <strong>de</strong>cirlo, y poniendo la verdad por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> todo, aun <strong>de</strong> la<br />

mo<strong>de</strong>stia, yo estaba guapísima aquella noche, vestida al estilo <strong>de</strong> París con una<br />

elegancia superior a cuanto veían mis ojos. Harto me lo probaban los <strong>de</strong> los caballeros<br />

allí presentes, que no se apartaban <strong>de</strong> mí, causando envidia a todas. Como los andaluces<br />

no son cortos <strong>de</strong> genio, aquella noche recibí galanterías y donaires para el año entero.<br />

Mi afán consistía en sacar alguna luz, algún dato, alguna noticia, <strong>de</strong> mi conversación<br />

con la marquesa <strong>de</strong> Falfán; pero fuese discreción suma o ignorancia <strong>de</strong> la hermosa<br />

dama, ello es que nada <strong>de</strong>jó compren<strong>de</strong>r. Hablaba lo menos posible, y con sus miradas<br />

lo mismo que con el sentido <strong>de</strong> sus palabras sólo una cosa me <strong>de</strong>cía claramente, es a<br />

saber: que me aborrecía <strong>de</strong> todo corazón. Yo, maestra consumada, disimulaba mejor que<br />

ella.<br />

El marqués <strong>de</strong> Falfán <strong>de</strong> los Godos, hablándome <strong>de</strong> política, me distrajo <strong>de</strong> esta<br />

batalla que yo daba a la taciturna reserva <strong>de</strong> [181] Andrea. Las aficiones que yo había<br />

mostrado en Madrid a las cosas públicas me perdieron entonces, porque el buen señor<br />

me atacó con verda<strong>de</strong>ra ferocidad <strong>de</strong> charlatanismo, <strong>de</strong>seando saber mi opinión sobre<br />

sucesos y personas. Mi fastidioso interlocutor era liberal templado, partidario <strong>de</strong> un<br />

justo medio, muy justamente mediano, y <strong>de</strong> las dos Cámaras y <strong>de</strong>l veto absoluto. Había<br />

tenido sus repulgos <strong>de</strong> masón, repetía los dichos <strong>de</strong> <strong>Martínez</strong> <strong>de</strong> la Rosa y era bastante<br />

volteriano en asuntos religiosos. Defendía al clero como fuerza política; pero se burlaba<br />

<strong>de</strong> los curas, <strong>de</strong>l Papa y aun <strong>de</strong>l dogma mismo, sin que esto fuera obstáculo para creer<br />

en la conveniencia <strong>de</strong> que hubiese muchos clérigos, muchos obispos, muchísimas misas<br />

y hasta Inquisición. En suma: las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong>l Marqués eran el capullo <strong>de</strong> don<strong>de</strong>, corriendo<br />

días, salió la mariposa <strong>de</strong>l partido mo<strong>de</strong>rado.<br />

Decir cuánto me mareó aquella noche fuera imposible. Tuve que saber cosas que a la<br />

verdad me interesaban poco; por ejemplo: que Calatrava, a la sazón presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l<br />

Ministerio, no era hombre apropiado a las circunstancias; que los masones primitivos o<br />

<strong>de</strong>scalzos estaban en gran pugna con los secundarios o calzados y ambos con los<br />

comuneros y carbonarios; [182] que los partidarios <strong>de</strong> San Miguel trabajaban por<br />

echarlo todo a per<strong>de</strong>r más <strong>de</strong> lo que estaba, y que cuando ocurrió el cambio <strong>de</strong><br />

Ministerio que había llevado al po<strong>de</strong>r a los amigos <strong>de</strong> Calatrava, se habían visto cosas<br />

muy feas. Exaltándose a medida que entraba en materia, me dijo que él (el marqués <strong>de</strong><br />

Falfán <strong>de</strong> los Godos) habría sido ministro si hubiera querido, cuando se negó a serlo<br />

Flores Estrada; pero que no quiso meterse en danzas; que él (el propio Marqués) había<br />

previsto los terribles sucesos que ya estaban cerca, y que la ruina <strong>de</strong>l pobre sistema era<br />

ya inminente y segura. Apoyábanle en esto todos los presentes, mientras yo me aburría<br />

a mis anchas oyéndole. Era para morir.<br />

Habiendo dicho uno <strong>de</strong> los tertulios que Su Majestad se negaría resueltamente a salir<br />

<strong>de</strong> Sevilla, el Marqués habló así:

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