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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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que articulaban los labios, había una reserva <strong>de</strong> palabras verda<strong>de</strong>ras que al menor<br />

<strong>de</strong>scuido <strong>de</strong> la voluntad saldrían en torrente diciendo lo que ellas solas sabían <strong>de</strong>cir. Que<br />

se echara fuera, por capricho o audacia, una palabra sola y las <strong>de</strong>más saldrían vibrando<br />

con el sentimiento que las nutría. Por un instante se habría creído que el volcán (<strong>de</strong>mos<br />

al fenómeno referido su nombre platónico convencional) llegaba al momento supino <strong>de</strong><br />

la erupción echando fuera su lava y su humo. Salvador tembló al ver con cuánto afán,<br />

digno <strong>de</strong> mejor motivo, contaba la señora las varillas <strong>de</strong> su abanico, pasándolas entre los<br />

<strong>de</strong>dos cual si fueran cuentas <strong>de</strong> rosario, y mirándolo y remirándolo como si él también<br />

hablase. Después la dama alzó los ojos que tenía empañados, cual si fluctuara sobre<br />

aquel cielo azul la niebla <strong>de</strong>l lloriqueo, y echando sobre su amigo una mirada que era<br />

más bien explosión <strong>de</strong> miradas, <strong>de</strong>splegó los labios, empezó una sílaba y se la tragó en<br />

seguida juntamente con otras muchas, que estaban entre los lindos dientes esperando<br />

vez. La señora se sometió a sí misma con formidable tiranía y en vez <strong>de</strong> aquello que iba<br />

a <strong>de</strong>cir no dijo más que esto: [284]<br />

-Hoy me han regalado una cesta <strong>de</strong> albaricoques.<br />

A esta noticia insignificante contestó Monsalud diciendo que a él le gustaban poco<br />

los albaricoques, y que <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un racimo <strong>de</strong> uvas no se podía poner ninguna otra<br />

especie <strong>de</strong> fruta. Con esto se empeñó un eruditísimo coloquio sobre cuáles eran las<br />

mejores frutas, <strong>de</strong>fendiendo la señora con argumento irrebatible el melón <strong>de</strong> Añover y<br />

los albaricoques <strong>de</strong> Toledo, pasando la conversación a los Cigarrales, y por último a D.<br />

Benigno Cor<strong>de</strong>ro, a cuya obsequiosa amistad <strong>de</strong>bía Jenara la cestilla mencionada.<br />

Entonces el otro dio en hacer pregunta tras pregunta sobre la honrada familia <strong>de</strong>l<br />

encajero, y Jenara dio en respon<strong>de</strong>rle con malísima gana y con tanta avaricia <strong>de</strong> palabras<br />

como liberalidad <strong>de</strong> movimientos para darse aire con el abanico. Creeríase que se estaba<br />

azotando el seno para castigarle <strong>de</strong> haber engrosado más <strong>de</strong> la cuenta, y así todos los<br />

faralanes (18) <strong>de</strong> su vestido en aquella parte se agitaban como flámulas y gallar<strong>de</strong>tes en<br />

día <strong>de</strong> festejo y <strong>de</strong> temporal. De repente la señora cortó la conversación diciendo:<br />

-Son las seis y Micaelita me espera para ir al Prado. Yo estoy libre también; ya me<br />

ha dicho hoy D. Felicísimo por encargo <strong>de</strong>l esposo [285] <strong>de</strong> la jorobada (Calomar<strong>de</strong>)<br />

que se acabó la tontería <strong>de</strong> mi persecución.<br />

Salvador manifestó alegrarse mucho <strong>de</strong> aquella franquicia, y no dijo sino palabras<br />

convencionales y frías para retener a la dama en la visita. También habló <strong>de</strong> su próximo<br />

viaje a Toledo. Ella se levantó, y sus bellos ojos ya no echaban <strong>de</strong> sí sentimientos<br />

amorosos sino un chisporroteo <strong>de</strong> orgullo. Despidiose secamente diciéndole: «Nos<br />

veremos otro día» y se retiró majestuosa, como soberana que no sabe lo que es abdicar y<br />

antes consentirá en equivocarse mil veces que en ce<strong>de</strong>r una sola.<br />

- XXVIII -<br />

A principios <strong>de</strong> Setiembre todavía el benignísimo D. Benigno no había podido<br />

allanar aquel endiablado obstáculo <strong>de</strong> los papeles. El agente no contestaba nada <strong>de</strong><br />

provecho, y todo era dilaciones, por lo cual Cor<strong>de</strong>ro, que ya iba perdiendo la paciencia,

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