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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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viviré eternamente agra<strong>de</strong>cido!... Pero me callo, positivamente me callo, porque si<br />

siguiera hablando...<br />

-Una persona <strong>de</strong> tantas tretas como usted -manifestó Genara poco atenta a las<br />

lamentaciones <strong>de</strong>l curial-, pue<strong>de</strong> ingeniarse para que yo vea satisfecho mi <strong>de</strong>seo. Estoy<br />

segura <strong>de</strong> que no he <strong>de</strong> quedar <strong>de</strong>scontenta.<br />

-En estos tiempos, señora, ¿quién es el guapo que pue<strong>de</strong> dar una seguridad? ¿No ve<br />

usted que todo está sujeto al capricho?<br />

Genara, vagamente distraída, contemplaba el cefalópodo formado por la humedad<br />

sobre el [237] retrato <strong>de</strong>l Monarca. De repente sonaron golpes en la puerta y una voz<br />

gritó:<br />

-El señor Presi<strong>de</strong>nte.<br />

-Con perdón <strong>de</strong> usted, señora -dijo levantándose-. Ya está ahí ese Judas Iscariote.<br />

Tengo que ir al <strong>de</strong>spacho.<br />

El licenciado salió un momento como para curiosear, y al poco rato volvió corriendo<br />

con su pasito menudo y vacilante.<br />

-Señora -dijo a su amiga en tono <strong>de</strong> alarma-. Con Chaperón ha entrado el Sr. Garrote,<br />

su digno esposo <strong>de</strong> usted.<br />

-¡Jesús, María y José! -exclamó la dama llena <strong>de</strong> turbación-. Me voy, me voy... ¿Por<br />

dón<strong>de</strong> salgo, Sr. Lobo, <strong>de</strong> modo que no encuentre...?<br />

-Por aquí, por aquí... -manifestó el curial guiándola fuera <strong>de</strong> la pieza por oscuros<br />

pasillos, don<strong>de</strong> había alcarrazas <strong>de</strong> agua, muebles viejos y esteras sin uso-. No es muy<br />

bueno el tránsito, pero saldrá usted a la calle <strong>de</strong> los Autores sin tropezar con bestias<br />

cornúpetas mayores ni menores.<br />

-Ya, ya veo la salida... Adiós, gracias, Sr. Lobo. Vaya usted luego por mi casa -dijo<br />

la señora recogiéndose la falda para andar más ligera.<br />

Al poner el pie en el callejón, pasaba por [238] <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella, tocándola, una figura<br />

imponente y majestuosa. Cruzáronse dos exclamaciones <strong>de</strong> sorpresa.<br />

-¡Señora!<br />

-¡Padre Alelí!...<br />

Era un fraile <strong>de</strong> la Merced, alto, huesudo, muy viejo, <strong>de</strong> vacilante paso, cuerpo no<br />

muy <strong>de</strong>recho, y una carilla regocijada y con visos <strong>de</strong> haber sido muy graciosa, la cual<br />

resaltaba más sobre el hábito blanco <strong>de</strong> elegantes pliegues. Apoyábase el caduco varón<br />

en un palo, y al andar movía la cabeza, mejor dicho, se le movía la cabeza, cual si su<br />

cuello fuera más que cuello una bisagra.<br />

-¿A dón<strong>de</strong> va el viejecito? -le dijo la señora con bondad.

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