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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

¡Ah! Esperaría a que el hacker llamara de nuevo y comprobaría si aquel teléfono estaba<br />

ocupado. De ser así, se trataría probablemente del número correcto.<br />

Había otra forma de obtener el número de teléfono. Menos sofisticada, pero más fiable.<br />

En la universidad había aprendido a sobrevivir sin dinero, energía, ni siquiera espacio<br />

donde trabajar. Los estudiantes poslicenciados ocupan el lugar más bajo de la jerarquía<br />

académica y tienen que estrujar las piedras para obtener algún recurso. Cuando uno ocupa<br />

el último lugar en la lista de usuarios de un telescopio, tiene que esperar pacientemente en<br />

la cima de una montaña, hasta que quede un poco de espacio entre otros observadores, para<br />

realizar sus propias observaciones. Y cuando necesita algún aparato electrónico en el<br />

laboratorio, lo coge prestado por la noche y lo devuelve por la mañana, antes de que<br />

alguien se entere. No aprendí mucho sobre física planetaria, pero la astucia se convirtió<br />

para mí en algo natural.<br />

A pesar de lo cual no lograba obtener una orden judicial federal. De lo único que disponía<br />

era de las herramientas habituales de los astrónomos. Pero era cuanto necesitaba para<br />

obtener la información deseada.<br />

Llamé a las oficinas comerciales de Chesapeake y Potomac, y pregunté por el<br />

departamento de seguridad. Después de hablar con varias personas distintas, reconocí la<br />

voz de la telefonista que había localizado la llamada la semana anterior.<br />

Después de varios minutos de amigable charla, mencionó que a su hijo de once años le<br />

fascinaba la astronomía y creí que había llegado mi oportunidad.<br />

—¿Cree que le gustarían unas cartas astrales y unas ilustraciones de los planetas?<br />

—¡Seguro! Especialmente de esa cosa con unos anillos. Ya sabe: Saturno.<br />

Uno de los pocos recursos que tenía en abundancia: ilustraciones de planetas y galaxias.<br />

Hablamos un poco de su hijo y volvimos al tema que me preocupaba.<br />

—Por cierto, creo que el hacker procede de Mitre, en McLean, 448-1060. ¿Coincide con su<br />

localización?<br />

—Se supone que no debo revelar esa información, pero puesto que ya conoce el número...<br />

De algo tenía que haberme servido mi estancia en la universidad.<br />

Metí una docena de carteles en un tubo de embalaje. Hoy, en algún lugar de Virginia, la<br />

pared de cierto muchacho está cubierta de fotografías planetarias y galácticas.<br />

McLean, Virginia... Sabía más sobre Marte que sobre McLean y decidí llamar a mi<br />

hermana, Jeannie, que vivía cerca de allí. Por lo menos tenía el mismo prefijo.<br />

Jeannie sí que había oído hablar de Mitre. Era más que una simple empresa que obtuviera<br />

contratos secretos del Pentágono; estaba también relacionada con la CÍA y con la NSA.<br />

Entre millares de otros proyectos, Mitre comprobaba ordenadores desde el punto de vista<br />

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