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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Jones y la terminal le propuso automáticamente: «¿Usuario de Tymnet?» No perdía nada<br />

por probarlo y escribió: «LBL.» Y, efectivamente, Sandy conectó con los ordenadores de<br />

mi labora-torio.<br />

Puede que en aquellas terminales públicas se hallara la explicación. Cualquiera podía<br />

usarlas: marcaban automáticamente el número de Tymnet en Oakland y la biblioteca se<br />

encontraba a treinta metros escasos de Cory Hall, donde acostumbran reunirse los forofos<br />

del Unix de Berkeley.<br />

Correr, para Sandy, era como para otros practicar el catolicismo. Hizo una carrera hasta la<br />

cima de Cardiac Hill e informó a la policía de su descubrimiento. He ahí la forma de evitar<br />

el seguimiento telefónico: la próxima vez que apareciera el hacker, iríamos corriendo a la<br />

biblioteca y sorprenderíamos al cabrón. Ni siquiera necesitábamos una orden judicial.<br />

Sandy regresó de la comisaría, todavía sudando, y me sorprendió practicando una filigrana<br />

con el yo-yo.<br />

—Deja de hacer el bobo, Cliff. La policía está dispuesta a venir al campus y detener al que<br />

utilice esas terminales.<br />

Acostumbrados a las multas de aparcamiento y a las urgencias médicas, los policías locales<br />

saben poco sobre ordenadores y desconfían de las intervenciones telefónicas. Pero estaban<br />

dispuestos a detener a cualquiera que irrumpiera clandestinamente en un ordenador.<br />

—¿No deberíamos asegurarnos antes de que se trata realmente del hacker?<br />

Imaginé a unos policías de incógnito rodeando las terminales y metiendo a un bibliotecario<br />

en la mazmorra por consultar los valores industriales de Dow Jones.<br />

—Es fácil. Llámame cuando aparezca de nuevo el hacker. Yo iré con la policía a la<br />

biblioteca y veremos lo que hay en pantalla. Si se trata de información del laboratorio, lo<br />

dejaremos en manos de la policía.<br />

—¿Piensas vigilar furtivamente la terminal? ¿Como en «Dragnet»? ¿A través de un espejo<br />

unidireccional y con unos prismáticos?<br />

—¡Vamos, Cliff: déjate de bobadas! —dijo Sandy, antes de salir corriendo.<br />

Supongo que a los científicos se los califica según su nivel de seriedad. Esto me recordaba<br />

la ocasión en que rellené un formulario médico estudiantil y donde decía dolencias escribí:<br />

«Muerto de hambre.» <strong>El</strong> médico me llamó a un lado y me amonestó:<br />

—Hijo, aquí nos tomamos la salud en serio.<br />

No tardó en presentarse la oportunidad de poner a prueba la teoría de Sandy. Dos días<br />

después del fracaso de su caballo de Troya, apareció de nuevo el hacker a las 12.42. La<br />

hora del almuerzo. <strong>El</strong> mejor momento para que un estudiante de Berkeley dé un paseo<br />

hasta la biblioteca y utilice las terminales.<br />

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