El Huevo Del Cuco
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Clifford Stoll<br />
<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />
Algo ocurría, pero Mike no estaba dispuesto a decirme de qué se trataba. Esperaría un poco<br />
antes de cerrarle las puertas al hacker.<br />
Al cabo de unas horas, Wolfgang Hoffman mandó un mensaje: «Se han practicado<br />
registros en una casa particular y en una empresa, pero no había nadie en aquellos<br />
momentos. Se ha incautado material impreso, discos y cintas, que serán analizados durante<br />
los próximos días. No cabe esperar más infiltraciones.»<br />
¿Qué significaba esto? Supongo que la policía había registrado su casa. ¿Por qué no habían<br />
esperado nuestra señal? ¿Debía celebrarlo'.'<br />
Sea lo que sea lo ocurrido, por lo menos ahora podíamos cerrar debidamente las puertas.<br />
Cambié nuestras claves de Tymnet y reparé la brecha del Gnu-Emacs. Pero ¿qué hacer con<br />
las palabras clave de todos nuestros usuarios?<br />
La única forma de garantizar la limpieza del sistema consistía en cambiar inmediatamente<br />
todas las claves y, a continuación, verificar uno por uno a todos los usuarios. Empresa fácil<br />
cuando son pocos los que utilizan el sistema, pero imposible con nuestros mil doscientos<br />
científicos.<br />
Sin embargo, si no cambiábamos todas y cada una de las claves, no podíamos estar seguros<br />
de que otro hacker no hubiera robado alguna cuenta. Con una basta para infiltrarse. Por fin<br />
decidimos anular todas las claves y pedirles a cada uno de nuestros usuarios que eligieran<br />
otra que no apareciera en el diccionario.<br />
Instalé trampas en todas las cuentas robadas por el hacker. Si alguien intentaba conectar<br />
como Sventek, el sistema le rechazaría, pero registraría toda la información relacionada<br />
con el origen de la llamada. A ver quién era el guapo que se atrevía.<br />
Martha y yo no pudimos celebrarlo debidamente, puesto que sus estudios la tenían<br />
realmente encadenada, pero nos tomamos un día de vacaciones para ir a la costa del norte.<br />
Paseamos por los acantilados, cubiertos de flores silvestres, y contemplamos las olas que<br />
se estrellaban contra las rocas, treinta metros por debajo de nuestros pies. Descendimos a<br />
una cala aislada, nuestra propia playa particular, y durante algunas horas todas mis<br />
preocupaciones se alejaron de mi mente, como si no existieran.<br />
Al cabo de unos días se recibieron noticias de Alemania. Al parecer, la policía de<br />
Hannover había irrumpido simultáneamente en el local de una empresa llamada Focus<br />
Computer GmbH, de Hannover, y en la casa de uno de sus empleados. En la empresa<br />
informática se habían incautado de un total de ochenta discos y el doble de dicha cantidad<br />
en la casa. Tanto el director de Focus Computer como el inquilino de la casa habían sido<br />
detenidos, pero no habían hablado. Sin embargo, el director había insinuado que<br />
sospechaban que los vigilaban.<br />
Habían mandado las pruebas a un lugar llamado Wiesbaden para ser «analizadas por<br />
expertos». ¡Maldita sea! Podía haberlas analizado yo perfectamente: bastaba con buscar la<br />
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