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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

ordenador en funcionamiento es algo delicado y el caso es que algunos directores nunca<br />

han cambiado dichas claves, a pesar de la insistencia de Digital para que lo hicieran. En<br />

consecuencia, hoy todavía es posible conectar como SYSTEM, con la clave<br />

«MANAGER».<br />

Dicha cuenta goza de todos los privilegios. Desde la misma se puede leer cualquier ficha,<br />

operar todos los programas y cambiar cualquier dato. Parece una locura dejarla<br />

desprotegida.<br />

O bien el hacker estaba al corriente de dichas claves o conocía algún defecto muy sutil en<br />

el sistema operativo VMS. En cualquier caso, de lo que no cabía duda era de su pericia en<br />

ambos sistemas operativos: el Unix y el VMS.<br />

La destreza informática de algunos estudiantes de bachillerato es impresionante. Pero es<br />

muy difícil que un estudiante tenga al mismo tiempo mucha pericia y versatilidad; es decir,<br />

experiencia en distintos ordenadores. Para ello se necesita tiempo. Generalmente, años. No<br />

cabe duda de que la mayoría del personal de sistemas del Unix sería capaz de explotar la<br />

brecha en el Gnu-Emacs, cuando conociera su punto flaco. Y la mayoría de los directores<br />

de sistema del VMS estaba al corriente del delecto, no tan secreto, de las claves. Pero se<br />

necesitaban un par de años para adquirir pericia en un sistema determinado y los<br />

conocimientos eran difícilmente aplicables a otros sistemas.<br />

Mi hacker tenía un par de años de experiencia con el Unix y un par de años con el VMS.<br />

Era probable que en algún momento hubiera sido director o administrador de sistemas.<br />

No era estudiante de bachillerato.<br />

Pero tampoco un verdadero genio. No conocía el Unix de Berkeley.<br />

Estaba persiguiendo a alguien de veintitantos años que fumaba Benson and Hedges y se<br />

infiltraba en ordenadores militares en busca de información secreta.<br />

Pero ¿todavía le perseguía? No, a decir verdad ya no lo hacía. Nunca volvería a verle.<br />

—Sólo llamo para ver qué se sabe de nuestro muchacho —me dijo Teejay por teléfono<br />

aquella misma tarde.<br />

—En realidad, nada. Creo que sé qué edad tiene, pero poca cosa más.<br />

Comencé a contarle lo del centro de datos de la armada y las claves defectuosas, cuando el<br />

agente de la CÍA me interrumpió:<br />

—¿Tienes copias de esas sesiones?<br />

—No. Mis pruebas son las cuentas telefónicas de Mitre. Pero si no son bastante<br />

convincentes, hay también otras pruebas. Creó una cuenta con el nombre de Hunter. Igual<br />

que en Anniston.<br />

—¿Lo has escrito todo en tu cuaderno?<br />

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