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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

—Lo siento, pero por hoy ya hemos agotado todas las posibilidades de localización —<br />

indiqué por la línea de la base aérea.<br />

—Comprendo. Expulsaremos inmediatamente al hacker.<br />

—Un momento. Procuren que no se dé cuenta de que le echan del sistema. Hay que evitar<br />

que sospeche que le estamos vigilando.<br />

—De acuerdo. Ya tenemos un plan —respondió el sargento Thomas—. Transmitiremos un<br />

comunicado a todos los que estén conectados al sistema, para informarles de que el<br />

ordenador no está funcionando debidamente y es preciso revisarlo.<br />

Perfecto. <strong>El</strong> hacker creería que cerraban el ordenador para repararlo.<br />

Esperé un minuto y en medio de una página de propuestas SDI, el siguiente mensaje<br />

apareció en la pantalla del hacker:<br />

Se cierra el sistema por razones de mantenimiento. Se rea-nudará el servicio dentro de dos<br />

horas.<br />

<strong>El</strong> hacker lo vio inmediatamente. Desconectó y desapareció en el vacío.<br />

TREINTA Y OCHO.<br />

Después de infiltrarse en otra base militar, el hacker no parecía dispuesto a rendirse. Se<br />

introdujo de nuevo en nuestro laboratorio, desde donde intentó repetidamente volver al<br />

sistema de comandancia de las fuerzas aéreas. Pero no lo logró con ninguno de sus<br />

sortilegios. No consiguió infiltrarse de nuevo en sus ordenadores.<br />

Fueron muy astutos en la forma de cerrarle las puertas. En lugar de dejarle un mensaje que<br />

dijera «prohibida la entrada a los hackers», modificaron la cuenta robada de modo que casi<br />

funcionara. Cuando el hacker se introdujo en la cuenta de Abrens, el ordenador pareció<br />

aceptarle, pero a continuación transmitió un mensaje de error, como si el hacker hubiera<br />

insertado dicha cuenta incorrectamente.<br />

Me pregunté si sería consciente de que le tenía en la palma de la mano. Cada vez que<br />

lograba infiltrarse en un nuevo ordenador, era detectado y expulsado.<br />

Desde su punto de vista, todo el mundo le detectaba, a excepción de nosotros. En realidad,<br />

casi nadie le detectaba.<br />

A excepción de nosotros.<br />

No podía saber que estaba cercado. Mis alarmas, monitores y trampas electrónicas eran<br />

invisibles para él. Las operaciones de localización de Tymnet, por satélite y bajo el océano,<br />

eran totalmente silenciosas. Y ahora el Bundes-post le seguía la pista.<br />

<strong>El</strong> último mensaje de Wolfgang decía que había tomado medidas para que todas las noches<br />

hubiera un técnico de guardia en la central telefónica de Hannover hasta medianoche. Esto<br />

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