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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

En algún pueblo, donde nadie cerrara las puertas, ¿halagaríamos al primer ladrón, por<br />

demostrar a los pueblerinos que era una locura dejar abiertas las puertas de sus casas? Si<br />

ocurriera, nunca podrían volver a dejar las puertas abiertas.<br />

Es posible que ante la presencia de los hackers, las redes acaben por verse obligadas a<br />

instalar barreras y controles. Entonces, a los usuarios legítimos les resultará más difícil<br />

comunicarse libremente y compartir información entre sí. Puede que para usar las redes<br />

tengamos que identificarnos y declarar nuestro propósito, que deje de ser posible conectar<br />

simplemente para charlar un rato, deambular un poco y ver quién circula por la red.<br />

Hay amplia tolerancia para la «anarquía auténticamente creativa» en las redes actuales;<br />

nadie manda en las mismas, nadie crea ordenanzas, son el simple resultado de un esfuerzo<br />

de cooperación y evolucionan libremente al antojo de los usuarios. <strong>El</strong> abuso por parte de<br />

los hackers de dichas facilidades puede significar el fin de ese sistema libre y compartido<br />

del funcionamiento de las redes.<br />

Por fin podía responder a Darren. <strong>El</strong> hecho de alternar con funcionarios trajeados y de<br />

jugar a poli informático emanaba de mi apreciación por la anarquía creativa. Para<br />

conservar el espíritu juguetón de las redes es preciso salvaguardar nuestra sensación de<br />

confianza y, para ello, es necesario tomárselo en serio cuando alguien traiciona dicha<br />

confianza.<br />

Sin embargo, aunque por fin tenía la sensación de saber por qué lo había hecho, seguía sin<br />

saber qué era lo que había hecho. ¿Cómo se llamaba ese individuo de Hannover? ¿Quién<br />

había tras todo aquello? Nadie me lo decía.<br />

Conforme avanzaba el verano, todo parecía indicar que el caso se desintegraba. Mike<br />

Gibbons no me llamaba, ni solía responder a mis llamadas. Era como si nada hubiera<br />

ocurrido-<br />

Comprendía los aspectos técnicos del caso: las brechas informáticas y el emplazamiento<br />

del hacker. ¿No era eso todo lo que deseaba? Sin embargo algo fallaba. No me sentía<br />

satisfecho.<br />

Sabía el qué y el cómo, pero deseaba saber quién y por qué.<br />

CINCUENTA Y CUATRO.<br />

¿Quién había tras todo aquello? Sólo había una forma de averiguarlo. Investigar.<br />

Lo único que el FBI estaba dispuesto a decirme era: «Mantén la boca cerrada y no hagas<br />

preguntas.» No me servía de gran cosa.<br />

Tal vez si me inmiscuía perturbaría algún juicio que pudiera celebrarse. Pero si había<br />

juicio, necesitarían con toda seguridad mi cooperación. Después de todo, las pruebas<br />

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