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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Si existiera un centro fiable, podría denunciarlo en el mismo. Por su parte, sus técnicos<br />

podrían estudiar la forma de resolverlo y asegurarse de que se reparaban los sistemas. <strong>El</strong><br />

centro nacional de seguridad informática parecía el lugar más lógico. Después de todo, su<br />

especialidad son los problemas de seguridad informática.<br />

Pero no querían saber nada del asunto. <strong>El</strong> centro estaba demasiado ocupado diseñando<br />

ordenadores de alta seguridad. A lo largo de los últimos años habían publicado una serie de<br />

documentos indescifrables, describiendo lo que entendían por ordenador de alta seguridad.<br />

Por último, para demostrar que un ordenador era seguro, habían contratado a un par de<br />

programadores cuya misión era la de intentar infiltrarse en el sistema. No era una prueba<br />

que inspirara mucha confianza. ¿Cuántas brechas pasaban por alto a dichos<br />

programadores?<br />

La reunión de la base aérea de Bolling concluyó con el FBI y el Departamento de Justicia<br />

totalmente opuestos a que se siguiera observando al hacker. La CÍA y la NSA no dijeron<br />

gran cosa, mientras que los militares y el Departamento de Energía querían que<br />

siguiéramos controlando. Puesto que nuestros fondos procedían del DOE,<br />

permaneceríamos abiertos, mientras existiera la posibilidad de una detención.<br />

Aprovechando que me encontraba en Washington, Zeke Hanson me invitó a pronunciar<br />

una conferencia en el centro nacional de seguridad informática. A pesar de que está a la<br />

vuelta de la esquina de Fort Meade, cuartel general de la NSA, me las arreglé para<br />

perderme. Cuando por fin lo encontré, al abrigo de los gases del aeropuerto de Baltimore,<br />

un centinela inspeccionó mi mochila en busca de disquetes, magnetófonos y proyectores.<br />

—¿Qué puedo robar en un proyector?<br />

—Me limito a cumplir órdenes —refunfuñó el centinela—. Si crea problemas, no pasará.<br />

De acuerdo, iba armado.<br />

Para entrar en la sala de conferencias hay que pasar por una puerta con un cerrojo de<br />

combinación. Veinte personas me dieron la bienvenida y dejaron una silla libre, hacia el<br />

frente de la sala. Cuando hacía diez minutos que hablaba, entró en la sala un individuo<br />

delgado y barbudo que se sentó frente a mí e interrumpió mi descripción de los<br />

seguimientos de Tymnet.<br />

—¿Cuál es la proporción de desfase adiabático en Júpiter? —preguntó.<br />

¿Cómo? Estoy hablando de redes transatlánticas, ¿y ese individuo me pregunta acerca de la<br />

atmósfera de Júpiter? No importa, puedo satisfacer su curiosidad.<br />

—Unos dos grados por kilómetro, por lo menos hasta alcanzar el nivel de los doscientos<br />

milibares.<br />

Por pura casualidad, se había interesado por un tema del que había tratado en mi tesis.<br />

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