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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

<strong>El</strong> día de Acción de Gracias sería algo colosal. Con su mochila y bicicleta, Martha había<br />

traído a casa veinte kilos de comestibles. Se limitó a hacer algún comentario sarcástico<br />

sobre compañeros de cama a quienes se les pegaban las sábanas, y me puso a trabajar<br />

guardando cosas y limpiando la casa.<br />

—Guarda las verduras, cariño —me dijo—. Voy al supermercado.<br />

¿Cómo era posible que todavía faltara comida? Al comprobar mi asombro, me explicó que<br />

aquello sólo eran frutas y verduras, y que todavía tenía que comprar el ganso, la harina, la<br />

mantequilla, la nata y los huevos. Sería, sin duda, colosal.<br />

Lo puse todo en su sitio y volví a meterme en la cama. Cuando desperté de nuevo, el olor a<br />

galletas y a ganso impregnaba la casa. Esperábamos a los compañeros universitarios de<br />

Martha que no podían ir a su casa (o preferían la cocina de Martha a la de su madre): un<br />

par de profesores de derecho, unos cuantos guerreros hambrientos de su club de aikido y su<br />

divertida amiga Laurie. Por fin mi conciencia reaccionó al ajetreo de Martha y aceleré el<br />

aspirador de doscientos cincuenta caballos.<br />

Mientras limpiaba la sala, nuestra coinquilina Claudia regresó de un ensayo de violín.<br />

—No hagas eso —exclamó—, es mi trabajo.<br />

¡Asombroso! ¡Una compañera a quien le gustaban las tareas domésticas! Su único defecto<br />

era tocar música de Mozart a altas horas de la madrugada.<br />

<strong>El</strong> día de Acción de Gracias pasó como un idilio, con amigos que entraban y salían,<br />

ayudaban en la cocina, charlaban y se ponían cómodos. La comilona duró todo el día,<br />

empezando con ostras frescas de la lonja de San Francisco, para pasar relajadamente a la<br />

maravillosa sopa de setas que Martha había preparado y a continuación al ganso. Entonces<br />

quedamos todos paralizados, como ballenas varadas en la playa, hasta reunir la fuerza<br />

necesaria para dar un corto paseo. Mientras tomábamos una infusión acompañada de tarta,<br />

el derecho se convirtió en tema de conversación, y Vicky, la amiga de Martha, defendía la<br />

legislación ambiental, ante la acción afirmativa que proponían un par de profesores.<br />

Por último, demasiado hartos y satisfechos para mantener una conversación inteligente,<br />

nos acomodamos frente a la chimenea a tostar castañas. Vicky y Claudia tocaron a dúo al<br />

piano. Laurie cantó una balada y yo me dediqué a pensar en planetas y galaxias. Las<br />

preocupaciones sobre redes informáticas y espías parecían irreales en aquel ambiente<br />

calido de amigos, comida \ música. Un día de Acción de Gracias auténticamente hogareño<br />

en Berkeley.<br />

En el laboratorio me olvidé del hacker. Hacía casi un mes que había desaparecido. ¿Por<br />

qué? No tenía ni idea.<br />

Los astrónomos trabajaban con sus nuevas gráficas para estudiar la forma de reforzar su<br />

telescopio. Ahora había descubierto el modo de animar la gráfica, lo que les permitía<br />

ampliar la zona que les interesara y hacerla girar en la pantalla. Accidentalmente:<br />

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