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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

TRES.<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Hay menos de medio kilómetro de la Universidad de California al Lawrence Berkeley<br />

Laboratory, pero Cyclotron Road es una calle tan empinada que el desplazamiento en<br />

bicicleta dura quince minutos. Mi vieja máquina de diez velocidades no tenía una<br />

velocidad lo suficientemente corta y en los últimos metros me flaqueaban las rodillas.<br />

Nuestro centro de informática está situado entre tres aceleradores de partículas: el ciclotrón<br />

de 467 centímetros, en el que Ernest Lawrence purificó por primera vez un miligramo de<br />

uranio fisionable; el Bevatron, donde tuvo lugar el descubrimiento del antiprotón, y el<br />

Hilac, lugar de nacimiento de otra media docena de nuevos elementos.<br />

Hoy día dichos aceleradores se han convertido en obsoletos, con sus voltajes energéticos<br />

en megaelectrones sobradamente superados por los voltajes en gigaelectrones de los<br />

colisionadores de partículas. Ya no ganan ningún premio Nobel, pero los físicos y<br />

estudiantes poslicenciados aguardan todavía seis meses para poder servirse de un<br />

acelerador. Después de todo, nuestros aceleradores son perfectamente adecuados para el<br />

estudio de partículas nucleares exóticas y la búsqueda de nuevas formas de la materia, con<br />

nombres tan esotéricos como plasmas de quark-gluon o condensaciones de pión. Y cuando<br />

los físicos no los utilizan, se usan para la investigación biomédica, incluida la terapia del<br />

cáncer.<br />

Durante la segunda guerra mundial, en la época del provecto Manhattan, el ciclotrón de<br />

Lawrence era la única forma de medir las transversales de las reacciones nucleares y<br />

átomos de uranio. Naturalmente, el laboratorio estaba sumido en el más absoluto secreto;<br />

servía de modelo para la construcción de plantas de bombas atómicas.<br />

Durante los años cincuenta, el Lawrence Berkeley Laboratory permaneció reservado, hasta<br />

que Edward Teller fundó el Lawrence Livermore Laboratory a una hora de distancia. Todo<br />

el trabajo secreto se trasladó al Livermore y Berkeley se destinó a la investigación<br />

científica no reservada.<br />

Quizá para aumentar la confusión, ambos laboratorios llevan el nombre del primer<br />

galardonado con el premio Nobel de California, en ambos se trabaja en física atómica y<br />

están ambos subvencionados por el Departamento de Energía, descendiente directo de la<br />

Atomic Energy Commission. Y éste es, más o menos, el fin de las similitudes.<br />

No necesitaba el visto bueno de los servicios de seguridad para trabajar en el laboratorio de<br />

Berkeley; no se realiza ninguna investigación secreta ni se vislumbra contrato militar<br />

alguno. <strong>El</strong> Livermore, por otra parte, es un centro de diseño de bombas nucleares y de<br />

rayos láser para la Guerra de las Galaxias. Está lejos de ser el lugar indicado para un<br />

melenudo ex hippy. Así como el laboratorio de Berkeley sobrevivía a base de paupérrimas<br />

asignaciones científicas y una financiación universitaria poco fiable, el Livermore crecía<br />

permanentemente. Desde que Teller diseñó la bomba H, la investigación secreta del<br />

Livermore no ha andado nunca escasa de fondos.<br />

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