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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

—Te he dicho que olvides al hacker. Ahora estás en casa —insistió, sin siquiera levantar la<br />

mirada del libro.<br />

Efectivamente, al día siguiente el hacker no hizo acto de presencia. Pero sí lo hizo la orden<br />

judicial. Ahora era legal. Evidentemente, no se me podía confiar algo tan importante como<br />

un seguimiento telefónico; Roy Kerth había declarado explícitamente que sólo él debía<br />

hablar con la policía.<br />

Hicimos un par de ensayos para asegurarnos de que sabíamos a quién llamar y de que<br />

podíamos desenmarañar nuestra propia red. Entonces me aburrí y volví a escribir un<br />

programa destinado a analizar fórmulas ópticas para un astrónomo.<br />

Por la tarde Roy convocó una reunión del personal de los sistemas y operadores, para<br />

hablarnos de la necesidad de mantener secreta nuestra actuación; no sabíamos de dónde<br />

procedía el hacker y, por consiguiente, no debíamos mencionar nuestro trabajo a nadie<br />

fuera del laboratorio. Pensando en que si el personal estaba al corriente de lo que ocurría<br />

tendría menos tendencia a divulgarlo, expliqué esquemáticamente lo que habíamos visto y<br />

hacia donde nos encaminábamos. Dave Cleveland intervino para explicar la brecha en el<br />

Gnu-Emacs y Wayne señaló que cualquier noticia sobre el hacker debía darse de viva voz,<br />

puesto que leía con regularidad nuestra correspondencia electrónica. La reunión se<br />

clausuró con imitaciones de Boris y Natasha.<br />

<strong>El</strong> martes a las 12.42 del mediodía se activó la cuenta de Sventek. Roy llamó a la policía<br />

del laboratorio, que quería ocuparse del seguimiento telefónico. Cuando Tymnet había<br />

puesto su red en funcionamiento, Roy chillaba por el auricular. Yo oía su parte de la<br />

conversación.<br />

—Necesitamos que localicen un número. Tenemos la correspondiente orden judicial.<br />

Ahora.<br />

Un momento de silencio, seguido de nuevos gritos:<br />

—¡Me importan un comino sus problemas! ¡Empiece el seguimiento ahora mismo!<br />

Otro silencio.<br />

—Si no empieza el seguimiento inmediatamente, tendrá que vérselas con el director del<br />

laboratorio —exclamó Roy, antes de colgar el teléfono.<br />

<strong>El</strong> jefe estaba furioso; tenía el rostro morado.<br />

—¡Maldita policía! ¡No han hecho nunca ningún seguimiento telefónico y no saben a<br />

quién llamar en la compañía telefónica!<br />

¡Diablos! Por lo menos proyectaba su furor en otra dirección.<br />

En todo caso, tal vez lo ocurrido no tenía importancia. <strong>El</strong> hacker desconectó al cabo de un<br />

par de minutos, después de hacer un listado de los nombres de los usuarios en activo.<br />

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