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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

<strong>El</strong> lunes por la mañana llamé a Bill Chandler a Mitre para comunicarle la noticia. No<br />

esperaba que me creyera, y por ello no me sorprendió que insistiera en que su empresa<br />

«estaba debidamente protegida y era sensible a cualquier problema de seguridad».<br />

No era la primera vez que lo oía.<br />

—Si tanto os preocupa la seguridad, ¿por qué no inspeccionáis la contabilidad de vuestros<br />

ordenadores?<br />

—Lo hacemos. Llevamos libros detallados del uso de cada ordenador —respondió Bill—.<br />

Pero su objeto es la contabilidad, no la detección de hackers.<br />

Me pregunté qué harían ellos con un error de 75 centavos.<br />

—¿Has oído hablar de un sistema llamado Aerovax?<br />

—Por supuesto, ¿qué le ocurre?<br />

—Simple curiosidad. ¿Contiene información reservada?<br />

—No, que yo sepa. Está destinado a un sistema de control de aeropuertos. ¿Por qué?<br />

—Ya te lo he dicho, simple curiosidad. Pero te aconsejo que lo inspecciones —respondí,<br />

sin poder confesarle que el día anterior había deambulado por su sistema y descubierto el<br />

caballo de Troya—. ¿Conoces algún método que le permita a un hacker introducirse en tu<br />

sistema?<br />

—Espero que sea imposible.<br />

—Te aconsejo que verifiques las terminales públicas de acceso al sistema. Y cuando lo<br />

hagas intenta introducirte en los ordenadores de Mitre a partir de Tymnet. Cualquiera<br />

puede conectar con tu sistema desde cualquier lugar.<br />

Esta última noticia hizo que se diera cuenta de que tenía problemas graves en su sistema.<br />

<strong>El</strong> sistema de Mitre no era inepto, sólo semiapto.<br />

Bill no sabía cómo reaccionar, pero no dejaría que su sistema permaneciera abierto. No<br />

podía reprochárselo. Sus ordenadores estaban desnudos.<br />

Sobre todo, me rogó que no se lo contara a nadie.<br />

Estaba perfectamente dispuesto a guardar silencio, con una condición. Durante varios<br />

meses, los ordenadores de Mitre habían realizado llamadas telefónicas por todo el país<br />

utilizando líneas de ATT de larga distancia. En algún lugar debían estar los recibos de<br />

aquellas llamadas.<br />

En Berkeley compartíamos la casa entre cinco. Cada fin de mes, cuando llegaba el recibo<br />

del teléfono, nos reuníamos para cenar y cada uno de nosotros, con el rostro imperturbable,<br />

negaba haber efectuado cualquiera de aquellas llamadas. Sin embargo, de algún modo<br />

acababa por aclararse todo y se pagaba la cuenta.<br />

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