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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

los agujeros negros. Quédate con nosotros algún tiempo y te enseñaremos astronomía de<br />

verdad.<br />

No bromeaban. En una semana estaba instalado junto a un ordenador, construyendo bases<br />

de datos sobre las observaciones de rayos X. La informática era clásica, pero la física<br />

extraordinaria. ¡Diablos! Realmente existen los agujeros negros en el centro de las<br />

galaxias. He visto los datos.<br />

<strong>El</strong> Smithsonian Astrophysical Laboratory y el observatorio de Harvard comparten el<br />

mismo edificio. Por supuesto, todo el mundo ha oído hablar del observatorio de Harvard,<br />

pero ¿quién conoce el Smithsonian? ¿No es en Washington donde se encuentra? Sólo<br />

después de trasladarme a Cambridge, me di cuenta de que el Smithsonian tenía una<br />

importantísima sección de astronomía, el centro de astrofísica. En todo caso, poco me<br />

importaba, a condición de que el trabajo astronómico fuera de primera calidad.<br />

Es cierto que Cambridge, Massachusetts, está en el otro extremo del país, pero desde un<br />

punto de vista cultural se encuentra muy cerca de Berkeley. Muchos hippys de los sesenta,<br />

política izquierdista, librerías y cafés. Casi todas las noches hay músicos por las calles y se<br />

oyen guitarras y mandolinas en las estaciones de metro. Y hay barrios donde las casas<br />

tienen un siglo de existencia. Circular en bicicleta por Cambridge es muy emocionante, los<br />

coches van directamente contra uno. Historia, gente rara, buena astronomía, pizzas<br />

baratas..., todos los ingredientes necesarios para vivir a gusto.<br />

¿<strong>El</strong> matrimonio? A excepción de que Martha me prohíbe acercarme al microondas, es<br />

maravilloso.<br />

<strong>El</strong> miércoles, 2 de noviembre de 1988, Martha y yo estuvimos leyendo una novela en voz<br />

alta y nos acostamos tarde. A eso de la medianoche, nos cubrimos con el edredón y nos<br />

quedamos dormidos.<br />

Soñaba que flotaba por los aires, sobre la hoja de un roble, cuando sonó el teléfono.<br />

¡Maldita sea! En la pantalla del reloj digital se leía: 2.25.<br />

—Hola, Cliff. Soy Gene, Gene Miya, del laboratorio Ames de la NASA. No me disculpo<br />

por despertarte. Nuestros ordenadores son objeto de un ataque.<br />

La emoción de su voz logró despertarme.<br />

—Despierta y comprueba tu sistema —agregó Gene—. O, mejor todavía, quédate dormido<br />

y compruébalo. Pero llámame si descubres algo extraño.<br />

Hacía diez segundos que había colgado el teléfono, cuando sonó de nuevo. En esta ocasión<br />

oí sólo un pitido, en Mor se.<br />

Me llamaba mi ordenador; reclamaba mi atención.<br />

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