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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

Claro, por supuesto.<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Las palabras de Laurie me dejaron atónito: interpretaban mis pensamientos más recónditos.<br />

—Éste tendría que ser el edredón de vuestra boda.<br />

Martha y yo la miramos fijamente.<br />

—Claro, todo el mundo sabe que ya estáis casados. Sois amigos íntimos y amantes desde<br />

hace casi ocho años. ¿Por qué no hacerlo oficial y celebrarlo?<br />

Estaba completamente desconcertado. Lo que Laurie acababa de decir era tan cierto y<br />

evidente, que debía estar ciego para no haberlo visto. Había quedado atascado con la idea<br />

de que debíamos seguir día a día, juntos «por ahora», mientras todo marchara a pedir de<br />

boca. Pero, a decir verdad, ¿abandonaría a Martha si las cosas se pusieran difíciles? ¿La<br />

abandonaría si me sintiera más atraído hacia otra chica? ¿Era ése el tipo de persona que<br />

deseaba ser y la forma en que quería vivir el resto de mi vida?<br />

En aquel momento comprendí lo que debía hacer y cómo deseaba vivir. Miré a Martha,<br />

con su rostro sereno y tranquilo, concentrado en los pintorescos retales de calicó. Había<br />

lágrimas en mis ojos y era incapaz de hablar. Miré a Laurie en busca de ayuda, pero<br />

cuando me vio la cara desapareció a la cocina para preparar un té, dejándonos a Martha y a<br />

mí solos.<br />

—Amor mío.<br />

Levantó la cabeza y me miró fijamente.<br />

—¿Cuándo quieres que nos casemos?<br />

—¿Qué te parece la próxima primavera, después de las lluvias, cuando crecen las rosas?<br />

Y así fue. Sin mirar atrás, sin lamentos, sin pensar en que pudiera aparecer alguien más<br />

idóneo. Martha y yo para el resto de nuestras vidas. Laurie sirvió el té y permanecimos<br />

juntos sin decir gran cosa, pero muy felices.<br />

En octubre empecé a pensar de nuevo en el hacker. Darren y yo discutíamos sobre si<br />

publicar o no un artículo.<br />

—Si no dices nada —argüía Darren—, aparecerá otro hacker y destruirá algún sistema.<br />

—Pero si lo publico, una docena de hackers aprenderán cómo hacerlo.<br />

Éste es el dilema de hablar de problemas de seguridad. Si uno describe cómo fabricar una<br />

bomba casera, el próximo chico que se encuentre con un poco de carbón y salitre podrá<br />

convertirse en terrorista. Sin embargo, si se oculta la información, la gente no será<br />

consciente del peligro.<br />

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