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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

La decisión era simple: la seguiría al fin del mundo. Si ella iba a Boston, yo encontraría<br />

algún trabajo en aquella zona. Por suerte, el centro de astrofísica del Harvard Smithsonian<br />

buscaba a un experto en astronomía e informática para que se ocupara de la base de datos<br />

de la astronomía de rayos X.<br />

Era tan capaz como cualquiera de manejar una base de datos y no les importaba el tiempo<br />

que había pasado alejado de la astronomía. Además, como buenos astrónomos, ya estaban<br />

acostumbrados a que la gente llegara tarde y durmiera bajo la mesa.<br />

No fue fácil abandonar Berkeley (las fresas, los vendedores ambulantes, el sol radiante),<br />

pero firmamos un pacto de no agresión con nuestros coinquilinos, que nos permitiera<br />

visitarlos en cualquier momento sin que nos obligaran a lavar los platos. A cambio, podrían<br />

alojarse con nosotros en Massachusetts siempre y cuando nos trajeran algunos kiwis<br />

californianos.<br />

Lo más difícil fue separarse de Claudia. Me había acostumbrado a la música de Mozart que<br />

ensayaba a altas horas de la noche (¡nada que ver con los conciertos de Grateful Dead en<br />

Berkeley!). Todavía no se había decidido por ningún compañero fijo, aunque la rondaban<br />

varios músicos prometedores cuando nos marchamos. ¿<strong>El</strong> último chismorreo? Hay un<br />

apuesto director de orquesta que está auténticamente perdido por ella...<br />

De modo que en agosto de 1988 empaquetamos un par de maletas, para pasar un año en<br />

Massachusetts.<br />

Desarraigarse de un lugar, para ir a la costa este, tenía ciertas ventajas. Cambió mi<br />

dirección informática..., afortunadamente, puesto que varios hackers habían intentado<br />

infiltrarse en la misma, desde la publicación de mi artículo. Un par de ellos habían llegado<br />

a amenazarme y era preferible no ofrecerles un blanco inmóvil. Asimismo, varias agencias<br />

de tres siglas dejaron de llamarme, para pedirme consejos, opiniones y rumores. Aquí, en<br />

Cambridge, podía concentrarme en la astronomía y olvidarme de la seguridad informática<br />

y de los hackers.<br />

A lo largo de los dos últimos años me había convertido en un experto en seguridad<br />

informática, pero no había aprendido nada sobre astronomía. Peor todavía: la física de la<br />

astronomía de rayos X me era totalmente desconocida; me había acostumbrado a la ciencia<br />

planetaria y los planetas no emanan rayos X.<br />

¿Qué observan entonces los astrónomos de rayos X? <strong>El</strong> Sol. Estrellas y quasars. Y galaxias<br />

en explosión.<br />

—¿Galaxias en explosión? —pregunté a Steve Murray, mi nuevo jefe en el centro de<br />

astrofísica—. Las galaxias no hacen explosión. Están simplemente ahí, en forma de espiral.<br />

—Veo que aprendiste tu astronomía en los años setenta —respondió Steve—. Nosotros<br />

observamos las estrellas cuando hacen explosión para convertirse en supernovas, las<br />

emanaciones de rayos X de las estrellas de neutrones, e incluso el material absorbido por<br />

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