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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Aunque tardó varias horas, el hacker acabó por localizarlos y debió de resultarle<br />

incomprensible que otros utilizaran la red con tanta facilidad. Intentó conectar con<br />

ordenadores denominados Sdi y Sdinetwork. Exploró una y mil veces nuestro sistema, pero<br />

siempre en vano.<br />

Por fin se cansó y dejó que me fuera a mi casa. Como era de suponer, Martha no estaba<br />

contenta. Después de toda la mañana estudiando, estaba hambrienta y gruñona. <strong>El</strong> par de<br />

huevos me contempló desde la sartén, crudos, tal como los había dejado.<br />

Para el almuerzo preparé tortillas, cacao caliente y macedonia de fruta. Retiró de mala gana<br />

los libros de la mesa y nos dispusimos a disfrutar de unos escasos momentos de<br />

tranquilidad, en la sala soleada y silenciosa. Cuanto más ajetreada la vida, mayor es el<br />

placer de dichos momentos, con comida, amigos y el crucigrama del Times.<br />

<strong>El</strong> lunes por la mañana Teresa Brecken, directora del sistema Petvax, nos comunicó que<br />

alguien había atacado su ordenador. No logró penetrar, pero hurgó repetidamente en busca<br />

de puntos flacos. Sus intentos dispararon la alarma y Teresa me llamó por teléfono.<br />

Había llegado al puerto de su ordenador por la red de física de alta energía. Esto no<br />

significaba gran cosa: debe de haber unos dos mil ordenadores conectados a dicha red.<br />

Además, Hepnet conecta con SPAN, la red de aplicaciones físicas del espacio dirigida por<br />

la NASA. En total, hay más de diez mil ordenadores en dichas redes.<br />

¿Era posible que el hacker me hubiera estado tomando el pelo en todo momento? ¿Habría<br />

estado entrando y saliendo a su antojo por alguna red de la NASA, mientras yo vigilaba la<br />

ratonera de Tymnet?<br />

Los monitores de Teresa indicaban que el hacker procedía del ordenador 6 133, del centro<br />

nacional de datos Severe Storms, del centro Goddard de vuelos espaciales de la NASA. Lo<br />

único que podía hacer era llamarlos por teléfono.<br />

No me sirvió de mucho. Les preocupaban los hackers en su ordenador y habían descubierto<br />

un par de problemas, pero eso era prácticamente todo. Después de insistir, acabaron por<br />

comunicarme que aquella conexión en particular procedía del centro Marshall de vuelos<br />

espaciales de la NASA en Huntsville, Alabama. Más allá, ¿quién sabe? En Marshall no<br />

conservaban este tipo de información.<br />

¿<strong>El</strong> mismo individuo? Parecía dudoso. Los ordenadores de la NASA no son secretos; en la<br />

NASA se realiza investigación espacial civil, que no tiene nada que ver con SDI. No<br />

obstante valía la pena recordar el incidente y lo registré en mi cuaderno.<br />

Llamé de nuevo a Mike Gibbons, intentando averiguar cuánto tendría que esperar antes de<br />

que el FBI y sus colegas alemanes empezaran a actuar.<br />

—<strong>El</strong> día menos pensado —respondió Mike—. Disponemos de las debidas órdenes<br />

judiciales y estamos a la espera del momento oportuno.<br />

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