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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

de no utilizar palabras claves que aparezcan en el diccionario. ¿Por qué no me lo había<br />

dicho nunca nadie?<br />

Al centro nacional de seguridad informática no parecían interesarle los problemas del<br />

mundo real de millares de ordenadores Unix en funcionamiento. Yo quería conocer los<br />

puntos débiles de mi sistema Unix. ¿Cuáles eran los problemas conocidos? Anteriormente,<br />

había descubierto ya un defecto en el Gnu-Emacs, una brecha ampliamente difundida en el<br />

sistema de seguridad, que había denunciado al centro nacional de seguridad informática.<br />

Pero ellos no se lo habían comunicado a nadie. Ahora acababa de descubrir que las<br />

palabras clave que aparecen en el diccionario no son seguras.<br />

¿Cuántas otras brechas del sistema de seguridad alberga mi ordenador?<br />

Puede que el centro nacional de seguridad informática lo sepa, pero no lo divulga.<br />

<strong>El</strong> lema de la NSA, de «no decir nunca nada», parecía ser cierto. Sin embargo, al guardar<br />

silencio sobre estos problemas de seguridad informática, nos perjudican a todos. Había<br />

podido comprobar que los hackers habían descubierto y explotaban dichos defectos desde<br />

hacía mucho tiempo. ¿Por qué no se lo contaba nadie a los buenos?<br />

—No es de nuestra competencia —respondió Bob—. Nosotros recopilamos esta<br />

información a fin de diseñar mejores ordenadores en el futuro.<br />

De algún modo y en algún lugar algo fallaba. Los tipos de sombrero negro conocían la<br />

combinación de nuestras cajas fuertes. Pero los de sombrero blanco guardaban silencio.<br />

En todo caso, debía olvidarme por ahora de la NSA. ¿Qué más podía hacer? Hurgar en las<br />

demás agencias.<br />

A fines de abril el Bundespost todavía no había recibido los documentos necesarios de<br />

Estados Unidos. Sus escuchas telefónicas se apoyaban en una denuncia oficial de la<br />

Universidad de Bremen.<br />

Pero, a pesar de que el Bundespost había realizado varios seguimientos completos, no<br />

estaban dispuestos a revelarme los nombres, ni los números de teléfono, de los<br />

sospechosos. La legislación alemana se lo impedía. Me resultaba familiar. De pronto me<br />

pregunté si mi hermana Jeannie estaría dispuesta a husmear un poco por Hannover. Hasta<br />

ahora había demostrado ser la investigadora más fiable.<br />

Llamé a Mike Gibbons.<br />

—Hemos dejado de considerar este asunto como un caso criminal —dijo.<br />

—¿Por qué abandonarlo cuando los alemanes han localizado la línea y conocen los<br />

nombres de los sospechosos?<br />

—No he dicho que lo hubiéramos abandonado, sino que el FBI no lo trata como caso<br />

criminal.<br />

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