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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Cuando sonó la alarma, llamé a Sandy. Al cabo de cinco minutos apareció con dos agentes<br />

de policía de incógnito, con traje, corbata y gabardina. Nada podía ser más conspicuo en un<br />

campus de hippies, en pleno verano. A uno de ellos se lé veía un voluminoso revólver bajo<br />

la chaqueta. Era gente seria.<br />

Durante los próximos veinticinco minutos, el hacker no hizo gran cosa. Se convirtió en<br />

superusuario gracias a la brecha del Gnu-Emacs, hizo un listado de toda la correspondencia<br />

electrónica del día y examinó nuestros procesos. Ron Vivier se quedó sin almorzar, para<br />

localizar de nuevo la conexión de Tymnet en Oakland. Esperaba que, de un momento a<br />

otro, la impresora dejara de pronto de funcionar, indicando que Sandy y las fuerzas<br />

armadas habían atrapado a nuestro hombre. Pero no fue así: el hacker se lo tomó con<br />

tranquilidad y desconectó a la 1.20.<br />

A los pocos minutos llegó Sandy con una expresión que no ocultaba nada.<br />

—No ha habido suerte, ¿eh?<br />

—No había nadie en las terminales de la biblioteca. Ni siquiera cerca de las mismas. ¿Estás<br />

seguro de que el hacker había conectado?<br />

—Por supuesto: aquí están las copias de la impresora. Y Tymnet lo ha localizado una vez<br />

más en Oakland.<br />

Sandy estaba decepcionado. Nuestro atajo había acabado en un callejón sin salida; ahora el<br />

progreso dependía del seguimiento telefónico.<br />

ONCE.<br />

Aquella noche Martha debía haber estado estudiando derecho constitucional, pero en<br />

realidad se dedicó a remendar un edredón estampado. Llegué a casa desalentado: la<br />

intervención de la biblioteca parecía tan prometedora...<br />

—Olvídate del hacker. Ahora estás en casa.<br />

—Pero puede que en estos momentos esté en mi sistema —respondí, obsesionado.<br />

—De todos modos, no puedes hacer nada al respecto.<br />

Acércate, enhebra una aguja y ayúdame con esta costura.<br />

Si la costura servía a Martha para escapar del derecho, sin duda también funcionaría para<br />

mí. Después de veinte minutos de silencio, mientras ella estudiaba, empecé a coser de<br />

revés.<br />

—Cuando dispongamos de la orden judicial, tendremos que esperar hasta que el hacker se<br />

manifieste. Y a saber si eso ocurrirá a las tres de la madrugada, cuando nadie le esté<br />

observando.<br />

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