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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Pero el ordenador de mi laboratorio no le interesaba. En primer lugar se aseguró de que<br />

nadie le observaba, verificando quién estaba conectado al sistema e inspeccionando sus<br />

trabajos. Menos mal que mis monitores estaban ocultos.<br />

Entonces pasó directamente a nuestras conexiones con la red y conectó con el centro de<br />

información de la misma. En esta ocasión buscó palabras claves como CÍA, ICBM,<br />

ICBMCOM, NORAD y WSMR. Después de elegir los nombres de unos cuantos<br />

ordenadores, intentó conectar sistemáticamente con cada uno de ellos utilizando nombres<br />

como «invitado» y «visitante». No llegó muy lejos. Cinco sistemas le expulsaron por<br />

utilizar claves incorrectas.<br />

Al igual que el mes anterior, cuando pasó un buen rato intentando infiltrarse en la base de<br />

misiles White Sands del ejército. Una y otra vez se esforzó por introducirse en sus<br />

ordenadores. No tuvo ningún problema en descubrir los nombres de los empleados; sólo<br />

tuvo que consultar la guía. Pero fue incapaz de adivinar sus palabras claves.<br />

Milnet está conectado a millares de ordenadores, pero lo que a él le interesaba era<br />

introducirse en White Sands. ¿Por qué molestarse?<br />

¿Por qué a ese individuo sólo le interesaba el material militar? <strong>El</strong> mundo informático es<br />

muy amplio, pero sus únicos objetivos eran bases militares. Algo grave estaba ocurriendo,<br />

que tardaría todavía mucho tiempo en descubrir.<br />

Después de media hora de intentar conectar con White Sands, se dio por vencido e intentó<br />

introducirse en nuestro ordenador <strong>El</strong>xsi. <strong>El</strong> día de Todos los Santos se había infiltrado en el<br />

mismo e introducido una nueva cuenta.<br />

Con la colaboración del físico que lo dirigía, yo había instalado una trampa en dicho<br />

ordenador. <strong>El</strong>xsi daba la impresión de seguir completamente abierto, pero, en el momento<br />

en que el hacker entraba en contacto con el mismo, comenzaba a funcionar más despacio.<br />

Cuanto más insistía el hacker, menor era la velocidad del aparato.<br />

Nuestro freno electrónico funcionaba de maravilla. <strong>El</strong> hacker intentó introducirse en el<br />

<strong>El</strong>xsi y la velocidad del aparato empezó a ser cada vez más lenta. No llegaba a detenerse y<br />

le permitía realizar cierto progreso, pero a un ritmo lamentable. Los fabricantes se habrían<br />

sentido profundamente avergonzados: su aparato era uno de los miniordenadores más<br />

ágiles del mercado.<br />

Tardó diez minutos en darse por vencido. Pero volvió inmediatamente a nuestros Unix y de<br />

nuevo a Milnet. En esta ocasión pasó una hora intentando infiltrarse en cuarenta y dos<br />

ordenadores militares, literalmente alrededor del mundo.<br />

La simple orden telnet lo permitía conectar con un sistema militar, y pasaba un minuto<br />

probando nombres y claves falsos. Si no lograba conectar en cuatro intentos, iba por el<br />

próximo ordenador.<br />

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