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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

<strong>El</strong> mío habría tenido deberes en alemán, no en inglés. Y de nada habría servido buscar por<br />

Berkeley a alguien llamado Hedges.<br />

Probablemente aquél no era su nombre, ni ciertamente su continente.<br />

<strong>El</strong> montón de copias de la impresora tenía un par de palmos de grosor. Las había<br />

clasificado y fechado cuidadosamente, pero nunca las había repasado todas de una sola<br />

vez. En su mayor parle eran aburridos listados de fichas y palabras claves que probaba una<br />

sola vez.<br />

¿Es fácil infiltrarse en ordenadores?<br />

<strong>El</strong>emental, querido Watson. <strong>El</strong>emental, pero soberanamente aburrido.<br />

No regresé a casa hasta las dos de la madrugada. Marina esperaba levantada, remendando<br />

un edredón.<br />

—¿Por ahí de parranda?<br />

—Efectivamente —respondí—. He pasado el día con un misterioso extranjero.<br />

—De modo que el hacker es europeo después de todo —dijo, adivinando lo que había<br />

estado haciendo.<br />

—Podría residir en cualquier lugar del mundo, pero apuesto a que vive en Alemania.<br />

Me apetecía quedarme en cama con Martha el domingo por la mañana, pero, ¡maldita sea!,<br />

a las 10.44 sonó la persistente y disonante alarma de mi localizador, seguida de un mensaje<br />

en Morse. <strong>El</strong> hacker había hecho nuevamente acto de presencia y estaba en mi ordenador<br />

Unix-5.<br />

Fui inmediatamente al comedor y llamé a Steve White a su casa. Mientras el teléfono<br />

llamaba, encendí mi Macintosh. A la quinta llamada, Steve contestó.<br />

—<strong>El</strong> hacker ha entrado de nuevo en acción, Steve —le dije.<br />

—De acuerdo, Cliff. Empiezo a localizarle y te llamo.<br />

Colgué y me dirigí inmediatamente a mi Macintosh, que, gracias a un modem y a un<br />

programa estelar llamado Red Ryder, funcionaba como terminal remota. Red llamó automágicamente<br />

al ordenador de mi laboratorio, conectó con el Vax y me mostró lo que<br />

estaba ocurriendo. Ahí estaba mi hacker, deambulando por Milnet.<br />

Conectado de aquel modo, parecía un usuario normal, por lo que el hacker se percataría de<br />

mi presencia, si se molestaba en comprobarlo. De modo que desconecté rápidamente. Diez<br />

segundos bastaban para ver lo que mi huésped hacía.<br />

Steve llamó al cabo de un par de minutos. Hoy la línea no procedía de la empresa<br />

internacional de comunicaciones ITT, sino de RCA.<br />

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