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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Al no aparecer nunca antes del mediodía, había logrado perderme la mitad de las reuniones<br />

departamentales. Si no les mostraba algo tangible la próxima semana, sin duda me<br />

recortarían las alas.<br />

No me quedaba más remedio que olvidar de momento al hacker, precisamente cuando la<br />

pista empezaba a calentarse.<br />

Disponía de una semana para aprender a programar esa bestia, averiguar lo que los<br />

astrónomos deseaban y proyectar algo en pantalla. No sabía absolutamente nada sobre el<br />

diseño informatizado. Además utilizaba un lenguaje del siglo 21, que pretendía ser «un<br />

lenguaje orientado al objeto con antecedentes gráficos». A saber lo que eso significaba.<br />

De modo que me acerque al equipo de diseño del telescopio, donde Jerry Nelson y Terry<br />

Mast discutían sobre el doblamiento que experimentaría el telescopio debido a la gravedad.<br />

Al observar las estrellas verticales al sucio, la gravedad no doblaría el tubo del telescopio,<br />

pero cuando apuntara cerca del horizonte, sufriría un ligero doblamiento. Suficiente para<br />

alterar la delicada alineación óptica. Deseaban cuantificarlo y, a ser posible, que les<br />

mostrara dicho efecto en el ordenador.<br />

Parecía divertido; por lo menos más ameno que intentar descifrar el significado de<br />

«antecedentes gráficos». Charlamos un rato y Jerry mencionó que el profesor Erik<br />

Antonsson había escrito un programa destinado a mostrar el telescopio en una terminal<br />

gráfica. Semejante a lo que, supuestamente, yo debía programar.<br />

—¿Me estás diciendo que alguien ha escrito ya un programa destinado a resolver vuestro<br />

problema y mostrar la imagen en pantalla? —pregunté.<br />

—Efectivamente —respondió el astrónomo—. Pero está en Caltech, Pasadena. Y no nos es<br />

de mucha utilidad a más de seiscientos kilómetros de distancia. Necesitamos los resultados<br />

ahora.<br />

Lo único que tenía que hacer era transferir el programa de Caltech a Berkeley y ajustado a<br />

mi ordenador Vax. No era necesario aprender a programar aquella bestia.<br />

Llamé al profesor Antonsson a Caltech y me dijo que no tenía ningún inconveniente en que<br />

utilizáramos su programa, pero ¿cómo mandarlo? Por corteo tardaría una semana. Sería<br />

mucho más rápido por vía electrónica. Cuando se necesita un programa, lo último que hay<br />

que hacer es mandar la cinta por correo, pues basta con transferirlo por la red. En veinte<br />

minutos, el programa se había desplazado por los cables e instalado en mi ordenador.<br />

<strong>El</strong> profesor Antonsson había hecho un trabajo excelente de programación del problema. A<br />

las nueve de aquella misma noche había adaptado el programa a mi sistema, con los datos<br />

del nuevo telescopio.<br />

Sorprendentemente, todo funcionó, aunque no al primer intento. A las dos de la madrugada<br />

logré que dibujara una imagen policromada del telescopio de Keck, con soportes, cojinetes<br />

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