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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

No había daños aparentes.<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Al examinar meticulosamente las impresiones de aquella mañana, comprobé que el hacker<br />

había ejecutado la orden de cambio de clave. En el ordenador de Anniston había cambiado<br />

la clave de Hunter para convertirla en «Hedges». Por fin, una pista: entre miles de millones<br />

de posibles claves, había elegido Hedges. ¿Hedges Hunter? ¿Hunter Hedges? ¿Hedgehunter?<br />

¿Se autodenominaba cazador furtivo? Había llegado el momento de consultar la H<br />

en el listín telefónico de Berkeley.<br />

Con tres llamadas telefónicas a personas apellidadas Hunter, cuyo nombre empezaba<br />

también por H, nos encontramos con un Harold, una Heidi y una Hilda.<br />

—Buenos días, ¿le interesa una suscripción gratuita a la revista de informática Computer<br />

Reviews?<br />

No hubo suerte. A ninguno de ellos le interesaba la informática.<br />

¿Qué tienen en común un laboratorio de física en Berkeley y un arsenal del ejército en<br />

Anniston, Alabama? Era difícil imaginar polos más opuestos, desde un punto de vista<br />

político: una base militar tradicional y una ciudad radicalmente hippy. Sin embargo, desde<br />

un punto de vista técnico, compartíamos bastantes cosas. Tanto ellos como nosotros<br />

utilizábamos ordenadores Unix, conectados a la red Milnet.<br />

Pero había algo más: en Anniston utilizaban el sistema Unix de ATT, en lugar del dialecto<br />

de Berkeley. Si Dave Cleveland estaba en lo cierto, el hacker estaba en su elemento en el<br />

sistema de Anniston. ;Se trataría de un sueño?<br />

NUEVE.<br />

Incapaz de seguir soportando las estériles luces fluorescentes de las salas del laboratorio,<br />

salí para admirar la vista panorámica de la bahía que se extendía a mis pies. <strong>El</strong> campus de<br />

Berkeley se encontraba directamente debajo del laboratorio. En otro tiempo sede del<br />

movimiento en pro de la libertad de expresión y de protestas antibélicas, la universidad se<br />

caracteriza todavía por su política extremista y diversidad étnica. Si estuviera más cerca,<br />

probablemente oiría a los jóvenes republicanos provocando a los socialistas, mientras los<br />

miembros del club chino los observan asombrados.<br />

Alrededor de la universidad abundaban los cafés llenos de humareda, donde macilentos<br />

licenciados escribían apresuradamente sus tesis, con la ayuda de un buen expreso. En las<br />

heladerías cercanas, risueñas estudiantes de la hermandad femenina alternaban con punks,<br />

con chaquetas de cuero negro y pelo como un erizo. Pero lo mejor de Berkeley eran sus<br />

librerías.<br />

Desde la puerta del laboratorio, la vista alcanzaba más hacia el sur, hasta las agradables<br />

calles del norte de Oakland, donde vivíamos. Yo compartía una casa con un divertido<br />

grupo de compañeros. Al otro lado de la bahía, sumida en la niebla, estaba San Francisco:<br />

país de las maravillas.<br />

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