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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Esto sí que era curioso. <strong>El</strong> ordenador Opal de Berkeley alberga auténtica investigación<br />

informática. No hay que hurgar mucho para encontrar algunos de los mejores programas de<br />

comunicaciones, de estudio y juegos. Pero al parecer los intereses de aquel hacker no eran<br />

los mismos que los de la mayoría de los estudiantes. Sin embargo, cuando husmeaba algo<br />

militar, se volvía loco.<br />

Eran las 5.51 de la tarde cuando, por fin, dio la jornada por concluida. No puedo afirmar<br />

que cada una de sus frustraciones me produjera satisfacción. Sus reacciones me parecían<br />

más bien previsibles. Mi trabajo conducía lentamente a una resolución.<br />

Steve White pasó el día localizando conexiones. Al igual que por la mañana, la llamada<br />

procedía de Alemania.<br />

—¿Cabe la posibilidad de que proceda de otro país europeo? —pregunté, conociendo la<br />

respuesta de antemano.<br />

—<strong>El</strong> hacker puede ser de cualquier lugar —respondió Steve—. Mi comprobación sólo<br />

demuestra una conexión de Berkeley a Alemania.<br />

—¿Alguna idea de dónde en Alemania?<br />

—Imposible saberlo sin consultar la guía —dijo Steve, cuya curiosidad era tan grande<br />

como la mía—. Cada red tiene su propio sistema de conexiones. <strong>El</strong> Bundespost nos lo dirá<br />

mañana.<br />

—¿Llamarás por la mañana? —pregunté, pensando en si hablaría alemán.<br />

—No, es más fácil mandar un mensaje electrónico —respondió Steve—. Ya he mandado<br />

uno explicando el incidente de ayer; el de hoy lo confirmará y agregará algunos detalles.<br />

No te preocupes, se ocuparán inmediatamente del caso.<br />

Steve no podía quedarse en el despacho el domingo por la tarde, pues tenía que preparar la<br />

cena para su compañera Lynn, lo que me hizo pensar en Martha. No había llamado a mi<br />

casa.<br />

Martha no estaba contenta. Había dejado un recado con Claudia para decir que regresaría<br />

tarde. De no haber sido por el hacker habríamos ido de excursión al bosque. ¡Maldita sea!<br />

TREINTA Y DOS.<br />

Anoche hubo mucha tensión en casa. Martha apenas dijo palabra. Al pasar el día vigilando<br />

al hacker, estropeé la tarde del domingo. <strong>El</strong> progreso con el hacker suponía un gran<br />

sacrificio en mi vida familiar.<br />

¿A quién debía comunicarle mis últimos descubrimientos? Indudablemente, a mi jefe.<br />

Habíamos hecho una apuesta en cuanto a la procedencia del hacker y yo había perdido. Le<br />

debía una caja de bombones.<br />

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