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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

de la seguridad. Cuando alguien necesitaba un ordenador inexpugnable, Mitre se ocupaba<br />

de garantizar su seguridad.<br />

Extraño. <strong>El</strong> hacker procedía de una empresa cuya función consistía en garantizar que los<br />

ordenadores eran inexpugnables. ¿Se trataba quizá de uno de sus peritos divirtiéndose a<br />

ratos perdidos? ¿O tendría Milrc algún contrato secreto para explorar la seguridad de las<br />

redes militares?<br />

Había llegado el momento de llamarlos por teléfono. Tuve que realizar cinco llamadas para<br />

cruzar su tupido velo de secretarias, pero por fin logré hablar con un individuo llamado Bill<br />

Chandler.<br />

Tardé quince minutos en convencerle de que existía realmente un problema.<br />

—Es simplemente imposible —decía—. Nuestro sistema está perfectamente protegido y<br />

nadie puede entrar sin autorización en el mismo.<br />

Le describí mis seguimientos, sin mencionar lo de las órdenes judiciales.<br />

—La verdad es que no sé si tenemos algún hacker que opere a partir de nuestros<br />

ordenadores, pero, de ser así, seguro que no procede del exterior.<br />

Tardé oíros diez minutos en convencerle de que era un problema suyo. Y otros cinco en<br />

decidir lo que había que hacer.<br />

Le propuse a Chandler una solución muy simple, por lo menos para mí.<br />

—La próxima vez que el hacker conecte con Berkeley, limítate a verificar la línea<br />

telefónica de Mitre. Averigua quién la utiliza.<br />

Bill Chandler accedió. Reuniría a un grupo de técnicos y observarían discretamente la línea<br />

correspondiente al número 448-1060. Cuando yo le llamara, verificaría la red interna y<br />

descubriría al culpable.<br />

—Dudo que lleguemos a descubrir algo —dijo—. Nuestro sistema es auténticamente<br />

inexpugnable desde el exterior y todos nuestros empleados han superado los debidos<br />

controles de seguridad.<br />

Allá él. A mí no me importaba que prefiriera ocultar la cabeza bajo el ala. Tal vez uno de<br />

los empleados de Mitre deambulaba por las redes militares sólo para divertirse. Pero ¿no<br />

podía también tratarse de algo organizado?<br />

Y de ser así, ¿por cuenta de quién? ¿Podía alguna agencia secreta haber alquilado los<br />

servicios de Mitre? En cuyo caso se trataría de alguien a la vuelta de la esquina. Alguien<br />

situado a menos de cuatro kilómetros. Había llegado el momento de llamar a la CÍA.<br />

—La verdad es que no sé cómo preguntártelo y probablemente tú tampoco sepas la<br />

respuesta —dije al cabo de diez minutos, hablando con Teejay por teléfono—. Pero ¿qué<br />

probabilidades hay de que el hacker sea alguien de la CÍA?<br />

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