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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

<strong>El</strong> lunes por la mañana apareció de nuevo el hacker. Hora de llamar a unas cuantas puertas.<br />

Uno por uno examinó los ordenadores de Milnet, desde el centro de desarrollo aéreo Rome<br />

de Nueva York, hasta el centro naval de guerra electrónica. Probó quince lugares antes de<br />

lograr introducirse en el ordenador de la base aérea de Ramstein. En esta ocasión descubrió<br />

que la cuenta «bbncc» no estaba protegida; no precisaba clave alguna.<br />

<strong>El</strong> ordenador de Ramstein parecía un sistema de correspondencia electrónica para oficiales,<br />

y el hacker comenzó a hacer un listado completo de la misma. De pronto me di cuenta de<br />

que aquél no era el tipo de material que debiera ver.<br />

¿Qué debía hacer? No podía permitirle que se apoderara de aquella información, pero<br />

tampoco quería excederme. Desconectarle no serviría de gran cosa, más que para obligarle<br />

a encontrar otro camino. Tampoco podía llamar a la base aérea porque no tenía ni idea de<br />

dónde se encontraba Ramstein. Podía llamar a la OSI de las fuerzas aéreas, pero debía<br />

actuar ahora, no en cinco minutos, antes de que se apoderara del resto de la información.<br />

Cogí el teléfono para llamar a Jim Christy. Evidentemente, no recordaba su número de<br />

teléfono. En mi bolsillo estaba el llavero. Claro, el viejo truco de las llaves. Bastaría con<br />

introducir un poco de ruido en su conexión.<br />

Acerqué las llaves al conector, cruzando la línea del hacker, sólo lo suficiente para que<br />

pareciera ruido. <strong>El</strong> hacker pensaría que se trataba de electricidad estática en la línea. Cada<br />

vez que solicitaba correspondencia electrónica de Ramstein, creaba interferencia en la<br />

línea, de modo que el ordenador confundiera la orden.<br />

Después de unos cuantos intentos, abandonó la base de Ramstein y regresó a Milnet, para<br />

seguir llamando a otras puertas.<br />

Por fin logré hablar con Jim Christy, en la OSI de las fuerzas aéreas.<br />

—<strong>El</strong> hacker se ha infiltrado en cierto lugar llamado base aérea tic Ramstein. Este donde<br />

este, conviene que les digas que cambien todas sus claves.<br />

—Ramstein está en Alemania.<br />

—¿Cómo? —pregunté, convencido de que la ocupación de Europa había concluido en los<br />

años cincuenta—. ¿Qué hace una base de las fuerzas aéreas estadounidenses en Alemania?<br />

—Protegiéndote a ti. Pero no entremos en eso. Los avisaré inmediatamente. Vuelve a<br />

vigilar al hacker.<br />

Me había perdido diez minutos de su actividad. Lenta y meticulosamente, intentaba<br />

introducirse en docenas de sistemas militares.<br />

Las direcciones de Milnet parecían estar en orden alfabético y ahora iba ya por las últimas<br />

letras, sobre todo «r» y «s». ¡Claro! Trabajaba con un índice alfabético. De algún modo<br />

había conseguido una guía de Milnet y tachaba uno por uno los lugares que probaba.<br />

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