11.05.2013 Views

El Huevo Del Cuco

El Huevo Del Cuco

El Huevo Del Cuco

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Clifford Stoll<br />

Tenía razón. Estaba a más de 8 000 kilómetros de la misma.<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Algunos detalles eran todavía confusos, pero comprendía cómo operaba. Desde algún lugar<br />

de Europa, el hacker llamaba a la red alemana Datex. Preguntaba por Tymnel y el<br />

Bundespost realizaba la conexión a través de la empresa internacional de comunicaciones<br />

correspondiente. Al llegar a Estados Unidos, conectaba con mi laboratorio y se dedicaba a<br />

explorar la red Milnet.<br />

Mitre debió de haber sido su descansillo. Comprendía cómo efectuaba la conexión. Se<br />

introducía en el sistema alemán Datex, preguntaba por Tymnet y conectaba con Mitre. Eso<br />

le permitía explorar sus ordenadores a su antojo. Cuando se cansaba de leer sus informes,<br />

desde allí podía marcar cualquier número de teléfono de Norteamérica por cuenta de Mitre.<br />

Pero ¿quién pagaba sus conexiones transatlánticas? Según Steve, sus sesiones costaban de<br />

cincuenta a cien dólares por hora. Cuando regresaba a la sala de ordenadores, me di cuenta<br />

de que perseguía a un hacker acaudalado. O a un ladrón inteligente.<br />

Ahora comprendía que Mitre hubiera pagado un millar de llamadas telefónicas de un<br />

minuto de duración. Después de conectar con Mitre, el hacker daba órdenes al sistema para<br />

que llamara a otro ordenador. Entonces intentaba introducirse en el mismo con nombres y<br />

claves falsos. Generalmente no lo lograba y efectuaba otra llamada.<br />

Se había dedicado a inspeccionar ordenadores por cuenta de Mitre.<br />

Pero había dejado huellas en las cuentas telefónicas de Mitre.<br />

La pista conducía a Alemania, pero no terminaba necesariamente allí. Era concebible que<br />

alguien desde Berkeley llamara a Berlín, conectara con la red Datex, pasara a Tymnel y de<br />

nuevo a Berkeley. Puede que el camino comenzara en Mogolia. O en Moscú. Imposible<br />

saberlo. De momento, mi hipótesis sería Alemania.<br />

Además, lo que buscaba eran secretos militares. ¿Estaría persiguiendo a un espía? ¿A un<br />

verdadero espía que trabajaba para ellos? Pero ¿quiénes son ellos?... No tenía ni idea para<br />

quién trabajan los espías.<br />

Hacía tres meses desde que había detectado ciertas pequeñas discrepancias en mis fichas<br />

de contabilidad. Habíamos observado en silencio cómo el causante de las mismas pasaba<br />

sigilosamente por nuestro ordenador a las redes y ordenadores militares.<br />

Por lo menos sabía lo que ese ratón se proponía. Y de dónde procedía. Pero estaba<br />

equivocado.<br />

No se trataba de un ratón sino de una rata.<br />

TREINTA Y UNO.<br />

<strong>El</strong> sábado me dediqué a poner mi cuaderno al día. Ahora podía atar algunos cabos sueltos.<br />

Era inútil que desde Anniston buscaran a un hacker en Alabama, estaban a 8 000<br />

kilómetros de su objetivo. <strong>El</strong> hacker de Stanford era, con toda seguridad, olio individuo...<br />

Página 149 de 331

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!