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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Repasé las noticias de la red. Peter Yee y Keith Bostic, de la Universidad de California, en<br />

Berkeley, estaban desenmascarando el virus: habían descrito las brechas del Unix e incluso<br />

explicado una forma de reparar el software. ¡Enhorabuena!<br />

Durante el transcurso del día Jon Rochlis, Stan Zanarotti, Ted Ts'o y Mark Eichin, del<br />

MIT, se dedicaron a desmenuzar el programa, para traducir los bits y bytes en ideas. <strong>El</strong><br />

jueves por la noche, cuando todavía no habían transcurrido veinticuatro horas desde su<br />

aparición, los grupos del MIT y de Berkeley habían identificado el código y les faltaba<br />

poco para comprenderlo.<br />

Mike Muuss, del laboratorio de investigación balística, tampoco se quedaba atrás. En<br />

pocas horas había construido una cámara de pruebas para el virus y utilizaba sus<br />

instrumentos informáticos para examinarlo. Sus experimentos le permitieron averiguar<br />

cómo se extendía y qué brechas utilizaba para infectar otros ordenadores.<br />

Pero ¿quién lo había escrito?<br />

A eso de las once de la mañana, alguien del centro nacional de seguridad informática de la<br />

NSA me llamó por teléfono.<br />

—Cliff, acabamos de celebrar una reunión sobre el virus —me dijo—. Sólo deseo<br />

formularte una pregunta: ¿lo has escrito tú?<br />

Me dejó atónito. ¿Yo? ¿Escribir un virus?<br />

—¡Maldita sea, claro que no! He pasado la noche intentando destruirlo.<br />

—Un par de personas en la reunión han sugerido que tú eras el creador más probable. Sólo<br />

quería comprobarlo. Debía estar bromeando. ¿Yo? ¿Qué podía haberles hecho pensar que<br />

yo lo había escrito? Después lo comprendí. Yo había mandado el mensaje a su ordenador.<br />

Había sido el primero en llamarlos por teléfono. ¡Menuda paranoia! Su llamada me obligó<br />

a reflexionar. ¿Quién había escrito el virus? ¿Por qué? Un virus no se escribe<br />

accidentalmente. Éste era la labor de varias semanas de trabajo.<br />

Ya avanzada la tarde del jueves, llamé de nuevo a Bob Morris.<br />

—¿Alguna novedad?<br />

—En esta ocasión voy a ser sincero contigo —dijo Bob—. Sé quién ha escrito el virus.<br />

—¿Vas a decírmelo?<br />

—No.<br />

A eso se le llama eficacia. Diez horas después de recibir mi llamada, el centro nacional de<br />

seguridad informática había descubierto al culpable.<br />

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