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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

En enero se cumplieron seis meses desde la redada en casa del hacker y un año y medio<br />

desde su detección. No obstante, todavía no conocía su nombre. Había llegado el momento<br />

de publicar los resultados.<br />

De modo que decidí mandar mi artículo a Communications of the Association of Computer<br />

Machinery. Aunque no se encuentra en los quioscos, Communications llega a manos de la<br />

mayoría de los profesionales de la informática y es una auténtica publicación científica, en<br />

la que se informan todos los artículos. Esto significaba que otros tres científicos de la<br />

informática estudiarían mi artículo y escribirían comentarios anónimos sobre si merecía ser<br />

publicado.<br />

Se programó su publicación para el ejemplar del mes de mayo. La Association for<br />

Computer Machinery y el Law-rence Berkeley Laboratory decidieron anunciarlo<br />

conjuntamente el 1 de mayo.<br />

Mayo fue un mes disparatado. Martha y yo íbamos a casarnos a fin de mes. Habíamos<br />

reservado el Berkeley Rose Garden, cosido nuestros trajes para la boda e invitado a<br />

nuestros amigos y parientes. Incluso sin la publicidad del hacker, no sería un mes<br />

tranquilo.<br />

Pues bien, lo teníamos todo más o menos listo, cuando la revista alemana Quick se nos<br />

anticipó. <strong>El</strong> 14 de abril publicaron un artículo sobre un hacker alemán que se había<br />

infiltrado en tres docenas de ordenadores militares. A pesar de que el periodista había<br />

logrado entrevistarse con el hacker, la mayor parte de la información procedía de mi<br />

cuaderno.<br />

¡Mi cuaderno! ¿Cómo se las había arreglado la revista Quick, a mitad de camino entre Life<br />

y el National Enquirer, para obtener el cuaderno de mi laboratorio? Guardaba el cuaderno<br />

en mi ordenador; vivía en disquetes, no en papel. ¿Se habría infiltrado alguien en mi<br />

ordenador y lo habría leído?<br />

¡Imposible! <strong>El</strong> cuaderno estaba en mi Macintosh, que no había conectado nunca con<br />

ninguna red y todas las noches ocultaba el disco en mi escritorio.<br />

Volví a leer la traducción del artículo y me di cuenta de que alguien había divulgado una<br />

copia de mi cuaderno, de enero del año pasado. Antes de organizar la operación SDINET.<br />

¿Le había dado a alguien una copia de aquel cuaderno?<br />

Sí, lo había hecho. <strong>El</strong> 10 de enero había mandado el cuaderno a Mike Gibbons, del FBI,<br />

quien a su vez debía de habérselo remitido al agregado jurídico en Bonn. A saber dónde<br />

había aterrizado a continuación...<br />

De algún modo había llegado a manos de la revista Quick, que publicó su artículo dos<br />

semanas antes de la fecha prevista para la publicación del mío. ¡Maldita sea!<br />

Un año de silencio. Un año de cooperación secreta con las autoridades, para acabar siendo<br />

traicionado a un periódico sensacionalista alemán. ¡Vaya ignominia!<br />

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