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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

—Y que lo digas. Vigilamos diez mil ordenadores de las fuerzas aéreas.<br />

—¿Entonces podrás solucionar este caso en un abrir y cerrar de ojos?<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

—Tenemos que definir claramente nuestro territorio —dijo pausadamente Jim—. De no<br />

hacerlo, nos pisaríamos el uno al otro los dedos de los pies. Tú, Cliff, no tienes por qué<br />

preocuparte de tener problemas con la OSI, pero nuestra jurisdicción se circunscribe a la<br />

base de las fuerzas aéreas.<br />

La jurisdicción siempre correspondía a otro.<br />

Me di cuenta de que, por mucho que me quejara de las jurisdicciones, protegían mis<br />

propios derechos; nuestra constitución impide a los militares entrometerse en asuntos<br />

civiles. Jim me había ayudado a verlo con mayor claridad; algunas veces dichos derechos<br />

entorpecen la aplicación de la ley. Por primera vez comprendí que mis derechos civiles<br />

limitan realmente la actuación de la policía.<br />

¡Diablos! Había olvidado la orden de mi jefe de llamar a White Sands. Al cabo de unos<br />

minutos, hablaba por teléfono con Chris McDonald, un civil que trabaja para la base de<br />

misiles.<br />

Le resumí el caso: Unix, Tymnet, Oakland, Milnet, Anniston, AFOSI, FBI.<br />

—¿Has dicho Anniston? —interrumpió Chris.<br />

—Sí, el hacker era superusuario en el almacén del ejército de Anniston. Creo que se trata<br />

de un pequeño lugar de Alabama.<br />

—Conozco Anniston perfectamente. Es nuestra base gemela. Después de probar los<br />

misiles, los mandamos a Anniston —dijo Chris—. Y sus ordenadores proceden también de<br />

White Sands.<br />

Me pregunté si se trataría de una coincidencia. Tal vez el hacker había leído la información<br />

de los ordenadores de Anniston y se había dado cuenta de que lo bueno de verdad venía de<br />

White Sands. O puede que probara todos los lugares donde el ejército guardaba misiles.<br />

O quizá tuviera una lista de los ordenadores con alguna brecha en el sistema de seguridad.<br />

—A propósito, Chris, ¿tenéis el Gnu-Emacs en vuestros ordenadores?<br />

Chris no lo sabía, pero procuraría averiguarlo. Sin embargo, para aprovecharse de aquella<br />

brecha, en primer lugar el hacker tenía que conectar y después de cuatro intentos, en cada<br />

uno de los cinco ordenadores, no lo había logrado.<br />

White Sands mantenía sus puertas cerradas, obligando a todos los usuarios de sus<br />

ordenadores a utilizar largas palabras clave, que cambiaban cada cuatro meses. <strong>El</strong> usuario<br />

no podía elegir su propia clave, sino que el ordenador le asignaba palabras imposibles de<br />

adivinar, como «agniform» o «nietoayx». Cada cuenta tenía su propia clave, que nadie<br />

habría podido acertar.<br />

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