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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

—¿Quién eres? ¿Cómo sé que no eres tú quien intenta introducirse clandestinamente?<br />

Después de unos minutos de desconfianza, me pidió el número de teléfono, colgó y me<br />

llamó. Está claro que no confiaba en los desconocidos. ¿O habría preferido llamarme por<br />

una línea de seguridad?<br />

—Malas noticias —le dije—. Creo que he visto a alguien introduciéndose<br />

clandestinamente en tu sistema.<br />

—¡Maldita sea! ¿Se trataba de ese cabrón de Hunter?<br />

—Eso es. ¿Cómo lo sabes?<br />

—No es la primera vez que asoma el culo.<br />

Chuck McNatt me explicó, con su fuerte acento de Alabama, que el arsenal de misiles<br />

Redstone del ejército tenía su inventario archivado en un par de ordenadores Unix y que, a<br />

fin de procesar sus pedidos con rapidez,* los habían conectado al ordenador de Chuck en el<br />

depósito de Anniston. La mayor parte de su tráfico lo constituía la actualización de noticias<br />

y eran pocos los que conectaban desde lugares remotos.<br />

<strong>El</strong> sábado por la mañana, para huir del calor veraniego, Chuck había ido a su oficina y<br />

comprobado los usuarios en su sistema. Alguien llamado Hunter estaba utilizando una<br />

cantidad desmesurada de tiempo en el ordenador. Sorprendido por la presencia de alguien<br />

un sábado por la mañana, Chuck había mandado un mensaje a la pantalla de Hunter,<br />

diciéndole: «¡Hola! ¡Identifícate!»<br />

<strong>El</strong> misterioso Hunter le había contestado: «¿Quién crees que soy?»<br />

Chuck, que no pecaba de ingenuo, le había respuesto: «¡Identifícate inmediatamente o te<br />

excluiré del sistema!»<br />

A lo que Hunter respondió: «No puedo contestarte.»<br />

—De modo que le eché de la máquina —dijo Chuck—. Llamamos al FBI, pero no les<br />

importó un comino. Entonces convencimos al CID para que localizara todas las llamadas a<br />

nuestras líneas telefónicas.<br />

—¿Qué es el CID? ¿<strong>El</strong> departamento de inspección de castañas?<br />

—No digas bobadas —protestó Chuck—. <strong>El</strong> CID es la policía militar. La división de<br />

investigación criminal. Pero no están haciendo gran cosa.<br />

—Claro, no debéis haber perdido ninguna información reservada.<br />

<strong>El</strong> FBI en Montgomery, Alabama, le contó a Chuck más o menos lo mismo que me habían<br />

contado a mí los de Oakland. Se pondrían a investigar cuando desapareciera un millón de<br />

dólares. Hasta entonces no querían que se los molestara. Los delitos informáticos carecían<br />

de atractivo sexual.<br />

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