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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

—Ahí va —se limitó a responder—. Hoy la llamada procede de Bremen —agregó, cuando<br />

todavía no había transcurrido un minuto.<br />

—Igual que ayer —comenté.<br />

—Voy a hablar con Wolfgang, del Bundespost.<br />

Steve colgó y yo observé al hacker en la pantalla. Cada minuto que pasaba en nuestro<br />

sistema estábamos más cerca de desenmascararle.<br />

Allí estaba, leyendo meticulosamente nuestras fichas ficticias. Con cada documento que<br />

leía, crecía mi satisfacción, convencido de que caía por partida doble en nuestra trampa:<br />

por una parte, la información era evidentemente falsa y, por otra, con cada una de sus<br />

arrogantes zancadas por nuestro ordenador, se dirigía ineludiblemente a nuestras manos.<br />

A las 8.40 abandonó el ordenador. Steve White llamó al cabo de unos segundos.<br />

—Los alemanes le han localizado de nuevo a través de la Universidad de Bremen —dijo—<br />

y de allí a Hannover.<br />

—¿Han averiguado su número de teléfono?<br />

—Wolfgang dice que tiene todos los dígitos, a excepción de los dos últimos.<br />

¿Todos menos los dos últimos dígitos? Esto no tenía sentido; significaba que se encontraba<br />

entre cien números posibles.<br />

—Pero esto es peor que ayer, cuando dijeron que lo habían reducido a un grupo de<br />

cincuenta teléfonos.<br />

—Me limito a transmitirte lo que me dicen.<br />

Preocupante. Pero, por lo menos, localizaban las líneas.<br />

A las 10.17 apareció de nuevo. Para entonces Martha había venido al laboratorio en<br />

bicicleta y estábamos ambos enfrascados en la confección de nuevas fichas SDI para su<br />

consumo. Fuimos corriendo a los monitores para observarle, a la espera de que descubriera<br />

nuestras últimas aportaciones.<br />

Pero en esta ocasión no se interesó por las fichas SDI.<br />

En su lugar pasó directamente a Milnet, para intentar infiltrarse en ordenadores militares.<br />

En uno tras otro intentaba vencer sus protecciones, adivinando la clave.<br />

Se concentró en los ordenadores de las fuerzas aéreas y del ejército, llamando sólo de vez<br />

en cuando a las puertas de alguno de la armada. Probaba lugares de los que nunca había<br />

oído hablar, como el laboratorio bélico de las fuerzas aéreas, el cuartel general Descom, el<br />

CC OÍS de las fuerzas aéreas, o el CCA-amc. Cincuenta intentos fallidos.<br />

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